P apá, papá. En el cole me llaman radical!

-¡Pues, hijo, quítate todas esas chapas del PP!

Vale. Ya sé que mucha gracia no tiene. Ni estoy seguro de que sea un chiste. Pero ilustra una evidencia: "radical" es una palabra comodín, que puede aplicarse como y a quien se quiera. Al PP, y singularmente a quien lo preside, hombre de escasas lecturas y por tanto con un vocabulario muy reducido, le complace tildar de radical a Podemos. Favor que nos hace. Toda descalificación procedente de un partido corrupto -¡se va a sentar en el banquillo como partido y como acusado!- se transforma en elogio. Ya se sabe que radical tienen una acepción positiva y otra negativa. La primera, remite a su etimología: lo que va a la raíz, al fondo de las cosas. La segunda, negativa, la transforma en sinónimo de extremista. Cuando el PP dice que Podemos es radical todos entendemos que quiere decir extremista. ¿Lo es? ¿Nos situamos en el extremo del espectro político y más en concreto en la extrema izquierda?

Desde el nacimiento del partido se nos acusa de eso. Y desde el nacimiento del partido los de dentro no solo lo negamos sino que discutimos incluso que seamos de izquierda. Esto último, por cierto, provoca que no les hagamos ninguna gracia a los izquierdistas de siempre, por así decirlo. E incluso, para qué negarlo, supone roces internos porque no todos los de dentro aceptan o entienden el revolucionario intento de redefinir, en otros términos, lo que hace un siglo o algo más se llamó "lucha de clases". Lo cierto es que las palabras se desgastan con el tiempo, adquieren significados no previstos y acaban nombrando realidades distintas. El ejemplo más obvio es el de los términos que cada poco inventamos para nombrar el lugar en el que defecamos (letrina, retrete?). Todos duran poquísimo, porque el significado contamina el término, nos provoca asco y buscamos otro. Ya no nos vale ni wáter, pese a ser inglés y significar solo agua. Ahora usamos baño o aseo. Veremos por cuánto tiempo.

Otros términos o conceptos tardan más en gastarse, pero lo hacen. Izquierda y derecha, por ejemplo, hace décadas que perdieron su sentido original. Se han convertido en cómodas etiquetas para los partidos instalados, que ni se plantean sus contrasentidos. Por ejemplo: si de verdad significasen algo, ¿sería posible que ganase tantas veces la derecha? Recuérdese que por derecha se entiende partido de los más tienen y tratan de preservar lo que hay para impedir una redistribución que les perjudique; por eso se autodenominan también "conservadores". Los datos indican, sin embargo, que los que más tienen, los que no quieren que nada cambien, jamás son mayoría sociológica? por desgracia. Si derecha significase lo que se supone jamás ganaría un partido con esa etiqueta. También se ha descolorido por completo el término izquierda. ¿Es el PSOE de izquierdas? En origen, en su nacimiento, sin duda. Nació para ayudar a los más débiles y transformar la sociedad. Pero ahora piensen en el PSOE de Plaza, Ana Sánchez y Antidio Fagúndez, que es el que queda en Zamora: ¿Eso es izquierda? ¿Es una instrumento útil para transformar la sociedad y defender a los débiles?

En Podemos estamos convencidos que a nuevo siglo corresponden nuevas ideas, nuevos partidos y nuevas palabras. Y creemos que esa realidad política que durante tanto tiempo se definió con derecha e izquierda, ha dejado de ser útil, salvo para favorecer a los desgastados partidos del siglo pasado. Pensamos que hay muchísima más claridad colectiva y más eficacia política si hablamos de arriba y abajo. ¿Cuántos son los de arriba, los que nos dominan, los que tienen el verdadero poder y controlan a gobernantes, cada vez más sumisos? ¿Cuántos nos vemos más bien entre los de abajo? ¿No definen con mucha mayor claridad estos nuevos conceptos la realidad que vivimos? Siempre cuesta aceptar lo novedoso, lo que rompe con el pensamiento heredado. Pero en Podemos creemos profundamente en la innovación, también de teoría política. Y somos radicales en ese buen sentido: queremos ir a la raíz de los problemas para encontrar la mejor solución. No somos, en cambio, los extremistas de izquierdas con el que nos quieren pintar los demás, porque es lo que les conviene para asustar. Somos solo un modesto partido que aspirar a representar y defender, en el siglo XXI, a la inmensa mayoría de abajo, sin más etiquetas. Lo cual hace temblar como un junco a la poderosa minoría de arriba. Por algo será.

(*) Secretario General

de Podemos Zamora.