Qué ocurrencias tiene Rajoy. Pues no va el hombre y se suelta en la radio que España es un país serio. Lo dice refiriéndose a que el Gobierno no está tras el descubrimiento de la presunta corrupción en Convergencia, el partido de Artur Mas, y justificando la reforma para ya del Tribunal Constitucional al que se darán poderes ejecutivos por lo que pueda pasar en Cataluña en las elecciones del día 27; y hasta puede que aun sin mencionarlo, naturalmente, pretenda echar un capote sobre el hecho de que ha sido terminar los meses de vacaciones y subir el paro, lo que demuestra la temporalidad del empleo creado, que no llegó para quedarse. En el mismo programa, el presidente anunciaba que las elecciones tendrán lugar, probablemente, el 20 de diciembre, en las mismas vísperas de Navidad. Un país muy serio, sí. Cristina Cifuentes, la presidenta de Madrid, que sigue haciendo amigos en la cúpula de su partido, ha comentado que ya se podía dejar para el 31, con las uvas. Aunque Rajoy matizase que no descarta otra fecha.

Lo que parece es que España solo ha sido un país serio muy pocas veces a lo largo de la historia, sobre todo en los tres últimos siglos cuando sucesivos desastres políticos y económicos acabaron llevando el país a una república caótica que solo podía terminar en una dictadura, o militar, como así ocurrió, o comunista. Y ahora, ya con cuarenta años de democracia a las espaldas, sigue sin serlo, gobernada, salvo en los años de la transición, por una clase política de aluvión, mediocre, falta de ilustración, que luego se revelaría como corrupta en buena parte, aunque por supuesto que haya una mayoría honrada, tal vez porque no ha tenido ocasión de dejar de serlo. Un país serio no puede estar siempre en poder de dos partidos.

Ni puede estar dividido, para empezar, en 17 reinos de taifas, triste y cara consecuencia del "café para todos" con que las regiones presionaron a Suárez tras su precipitación en el reconocimiento de unas supuestas nacionalidades históricas. Ni que estas 17 autonomías dispongan de parlamentos propios, de canales de televisión y de organismos y entidades duplicadas de la administración del Estado. Ni que 450.000 personas vivan de la política. Ni que se mantengan instituciones tan innecesarias como el Senado o las diputaciones provinciales. Ni que la deuda pública se coma a España y a los españoles. Ni tener entre cuatro o cinco millones de parados y bastantes millones más de trabajadores con empleos precarios y sueldos mínimos y alardear el Gobierno de que se ha salido de la crisis.

No es un país serio el que tiene un sistema electoral blindado por candidaturas cerradas. El que se niega a reformar en profundidad y a saco una Constitución obsoleta. No semeja ser un país serio aquel que en el año 2015 se ve amenazado por el sentimiento, la estrategia y las maniobras de quienes promueven la independencia de Cataluña, intentando romper la unidad de España. Ni serio resulta eso de modificar el Constitucional, que no es mala idea pero requiere democrático consenso entre partidos. Lo menos serio ahora es Rajoy, por mucho que se tome en serio a sí mismo, tras incumplir todas sus solemnes promesas electorales de hace cuatro años, algo que la mayoría cree que volverá a hacer si continúa siendo presidente.