Mucho se habla de los casos Mercasevilla, Ayamonte, Illora, Lubrin, caso Ojén y de los Ere que afectan al socialismo andaluz; otro tanto se hace con los casos Bárcenas, Púnica, Gürtel y tarjetas Bankia que afectan a los populares españoles, pero poco o nada se dice de los casos que entoñan al ejecutivo de Arturo Mas. Casos tanto o más escandalosos que los citados, casos que apestan, muchos de los cuales pasan por aquella lapidaria frase de Pascual Maragall dirigida a Mas y pronunciada en el Parlamento de Cataluña, creo que en 2005: "Ustedes tienen un problema y ese problema se llama 3 por ciento".

A Mas y a Convergencia se le amontonan los "casos" a saber: Banca Catalana que Pujol logró archivar en los años 80, caso Pujol, caso Palau, caso Petrum, caso Clotilde, caso ITV, caso Innova y otros tantos que ahora se me escapan. La caja de pandora se ha abierto y como toda respuesta a Mas y su cohorte independentista no se les ocurre otro argumento más falaz y recurrente que el de hablar de caza de brujas y de guerra sucia ante el 27-S. Como si toda la mierda de Cataluña, que hiede a leguas de distancia, pudiera encubrirse fácilmente.

Cataluña no es ese oasis de paz, de bienestar social y del otro, de armonía y de no sé cuántas venturas más que Jordi Pujol pregonó con insistencia a lo largo y ancho de los 23 años en los que permaneció anclado en el sillón de la Generalitat que le proporcionó un poder omnímodo, Cataluña es un pozo de corrupción, una cloaca. La estrategia victimista que viene empleando Convergencia ya no cuela. Desde que Pujol confesó hace poco más de un año que había evadido dinero al extranjero durante 34 años, hay que echar mano de una fe muy profunda para creer que Convergencia está libre del polvo que la empaña y de la paja que puede servir como base a la hoguera en la que todos acabarán abrasándose vivos. Los catalanes no son tontos y tienen que reaccionar. Saben que los culpables de tanta corrupción en algunos casos endogámica están dentro de las filas de Convergencia y que el Estado español nada tiene que ver, como nada tienen que ver los dos partidos principales a los que, alguna vez, el independentismo ha puesto en su punto de mira. Sobre Convergencia Democrática de Cataluña se ciernen algo más que sombras de sospecha. Los registros en su sede, su Fundación y algunos ayuntamientos gobernados por los convergentes han planteado una serie de dudas a las asociaciones y partidos que tan alegremente, en medio de un constante júbilo incontenido, se adhirieron a las fantasías de Artur Mas.

Es conveniente desliar la madeja, poner al descubierto todo el entramado tejido por CDC y desenmascarar a cuantos han venido haciendo de Cataluña su masía. Es preciso dejar trabajar a la Justicia para que se conozca toda la verdad, caiga quien caiga y se trate de quien se trate. Así funcionan las democracias. Salvo que Cataluña sea otra cosa bien diferente.