Se acaba de hacer público un interesante informe médico realizado por la Universidad Autónoma de Madrid referido a la esperanza de vida y que abarca un detallado estudio no solo sobre los datos obtenidos en España, sino en otros muchos países. Unos datos que siguen refrendando totalmente el aumento de la esperanza de vida, que ha pasado a estar casi cinco años por encima que en 1990, hace justo un cuarto de siglo. Si entonces se cifraba en los 77 años edad, ahora se llega a 81, 7 lo que sitúa a los españoles en décimo lugar a este respecto.

Curiosamente el país líder en cuanto a esperanza de vida, y no es un hecho muy conocido, es la pequeña y vecina Andorra, por lo que sería de agradecer que alguien explicase cuál es la razón de ese récord de larga existencia en aquellos valles. Después, y eso ya sí que suele saberse, va Japón. Y también en los puestos superiores, junto a España, aparecen otros lugares marcados por la dieta mediterránea: Italia, Malta, Chipre?, lo que confirma, una vez más, las bondades de esta forma de alimentación que tiene como base importante el consumo que se hace de pescado.

Con todo, la novedad más interesante del citado trabajo puede ser la división que se concreta y específica entre esperanza de vida y esperanza de vida saludable. O sea, sin enfermedades. Porque aquí ya las diferencias son muy notables, si bien es igualmente positivo el comprobar cómo a la par que la una aumenta, aunque menos también aumenta la otra. Si la esperanza de vida subió cinco años desde 1990, la esperanza de vida saludable, casi llegó a aumentar cuatro años. Claro que el detalle más significativo es que la esperanza y la quimera de vivir sin dolor anda por los 70 años y de ahí no pasa. Una generalidad de las que se suele cumplir, pues si mucha gente está como un roble hasta esa edad, a partir de ahí, por desgracia, empiezan a aparecer los achaques de salud.

Entre las personas mayores se acostumbra a comentar, con negro humor, que si un día despierta uno y no tiene ningún dolor, o molestia, o achaque, es que está muerto. Porque a quien no le duele el brazo le duele el espinazo. Y menos mal, porque a la espera acostumbra a estar un rosario de males de carácter degenerativo, crónico, con lo que al paciente no le queda otro remedio que convivir a base de trasegar pastillas y más pastillas, cuyos prospectos suelen poner los pelos de punta a quienes osan leerlos pues parece imposible librarse de tanto riesgo que los efectos adversos de las medicinas pueden causar.

Pero o eso o aguantar el lumbago, los dolores cervicales, la diabetes, la tensión alta, la artritis, los problemas cardíacos, la pérdida de vista, oído y movilidad, y todos los demás indeseados compañeros de viaje de la vejez. No es de extrañar que sea en la envejecida Zamora donde la gente vaya más al médico, una media de 10 veces al año. Lo que no se sabe es si en estas visitas se incluyen aquellas que tienen como objeto pedir la receta mensual ya que Castilla y León es la única comunidad autónoma que no dispone todavía de la tarjeta electrónica que ahorra a los pacientes crónicos ese trámite.