Desde el comienzo de la crisis migratoria, los episodios xenófobos de carácter violento, especialmente en Alemania, el destino preferido por los refugiados procedentes de Siria, están a la orden del día. La localidad teutona de Heidenau, ha sido escenario de las manifestaciones protagonizadas por un abultado número de personas que protestaban por la llegada de inmigrantes a su localidad. Bastante tienen los refugiados e inmigrantes con llevar el peso de esa condición y atravesar por las dificultades que atraviesan para llegar a la tierra prometida que, para muchos de ellos es, precisamente, Alemania.

Se han vuelto a desempolvar los símbolos nazis y como en aquellos días previos al horror que se vivió en la Alemania de Hitler, los inmigrantes son señalados con el índice acusador. A este paso acabarán llevando sobre el pecho un hexagrama parecido a aquel de color amarillo que obligaban a lucir a los judíos con caracteres pseudohebreos, sin duda un símbolo segregacionista y discriminatorio, impensable e intolerable en estos tiempos. A este paso, de ahí a una nueva noche de los cristales rotos, pero esta vez de los centros que cobijan a los refugiados, habrá un paso.

Es cierto, como señalan cuantas voces se muestran contrarias a estos brotes y rebrotes xenófobos, que a lo mejor. Europa no está preparada para semejante avalancha humana. A lo mejor son demasiados los refugiados que optan por Europa, la cercanía les obliga a ello, en lugar de hacerlo por países menos poblados y con más predisposición a recibir nuevos habitantes. Aunque, ¡bueno está el mundo para consideraciones de ningún tipo! Pero lo que de ninguna manera se puede hacer, es gasearlos en las fronteras y tratarlos como si fueran bestias, cuando menos atacarlos. Resultan repugnantes los mensajes de odio que han pronunciado los neonazis contra los centros de refugiados. Una vergüenza para Alemania y para el resto de Europa.

A veces, Europa olvida que, precisamente tras la invasión nazi, la mayoría de sus ciudadanos se convirtieron en inmigrantes, en refugiados en busca de un salvoconducto para proteger su vida, de un futuro para ellos mismos y sus hijos y que también tuvieron que soportar lo que la historia, la literatura y el cine nos han contado de aquel duro periodo vivido durante la II Guerra Mundial. Europa no puede permanecer impasible ante este hecho, aunque también debe buscar, debe arbitrar soluciones, a lo mejor hablando con los Gobiernos de países de otros continentes. Todo, menos ofrecer el denigrante espectáculo que se ofrece en algunas fronteras y por parte de los neonazis.

Lo que tampoco es de recibo que de boquilla y cara a la galería se censure, despotrique y recrimine a los distintos Gobiernos europeos sin aportar soluciones, solo porque queda bien ante la generalidad de la opinión pública, pero sin implicarse, algo a lo que es muy dado el populismo. El trabajo que lo hagan otros porque la responsabilidad, que en realidad es de todos, también se deja descansar en los demás.