En lo que va de año 110.000 inmigrantes han llegado a Italia, provienen de Siria y de países del norte de África huyendo de las difíciles situaciones que crean las guerras en sus países. El Líbano vive una gran afluencia de desplazados sirios, hay movilidad en la frontera ucraniana y en los países africanos hay grandes desplazamientos forzados de comunidades enteres sometidas al hambre y a incontables dificultades. En este artículo vamos a referirnos a otro proceso migratorio se sucede hoy en día, con graves violaciones a los derechos humanos, es el conflicto en la frontera colombo-venezolana.

El presidente venezolano Nicolás Maduro, apoyándose en un estado de excepción, ha decretado la expulsión de los colombianos de las poblaciones fronterizas, en medio de las humillaciones, el maltrato y la violencia ejercida por la Guardia Bolivariana.

La situación de los colombianos en Venezuela es nefasta, son calificados de paramilitares y contrabandistas y las mujeres de prostitutas, sin ninguna prueba o juicio previo, se procede a expulsarlo, pero sus familias venezolanas, especialmente los niños, se quedan en Venezuela, lo cual atenta contra la unidad familiar y el derecho de los niños a vivir con sus progenitores. Las expulsiones les hacen abandonar sus casas a marchas forzadas, dejando atrás enseres y trabajo, lo cual los aboca a la miseria inminente. Se habla de maltrato físico y verbal, pérdida de sus pasaportes y documentos, lo que les hará más difícil demostrar su situación como residentes y trabajadores legales, esto es un atentado directo a su identidad. Por otro lado, vemos a policías colombianos ayudándoles en su desplazamiento.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos, en una alocución televisiva transmitida el pasado 25 de agosto, refiriéndose a este conflicto, explicó el funcionamiento de la Mesa Humanitaria Unificada, con 4 centros que atienden las necesidades básicas de los 1.088 deportados en los primeros 4 días del conflicto. Habló de firmeza en la defensa de los derechos fundamentales y la soberanía nacional, rechazó el desalojo, el maltrato y la falta de respeto, llamó a la serenidad a la prudencia y al uso de vías diplomáticas para solucionar el conflicto, privilegiado el diálogo y el debido proceso. Pero nos preguntamos: ¿Es posible un diálogo ante actos irreflexivos y posturas despóticas?

Separar familias, marcar sus viviendas, atropellos, marchas forzadas, pueblos deshechos, por otro lado un llamado a la sensatez, a la defensa de la vida, la integridad, exigir respeto por todos. Se tendría que poner límite a las atrocidades e ilegalidades sobre todo a las violaciones de los Derechos Humanos por parte del presidente venezolano no de los venezolanos que sufren a Nicolás Maduro.

Qué lejos quedaron las palabras del venezolano Simón Bolívar, el libertador de cinco naciones: Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, la llamada Gran Colombia, que Bolívar deseaba que fuesen una sola y fuerte nación. En el último discurso público de Bolívar, el mensaje al Congreso de enero de 1830: "Escuchad mi última voz al terminar mi carrera política. A nombre de Colombia os pido, os ruego, que permanezcáis unidos para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos" y la proclama final pronunciada en Santa Marta, días antes de su muerte: "Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro...". De nada sirvió que el héroe llamara a la reconciliación y a fortalecer la unión, sus encarnizados enemigos no fueron capaces de restablecer la unidad Gran Colombiana y dejaron que las guerras civiles asolaran a toda la inmensa nación. En 1903 se disolverá aún más con la separación de Panamá de Colombia.

El finado presidente venezolano Hugo Chávez basó su revolución en ideales bolivarianos. El actual presidente Maduro heredó la ideología chavista, pero no da la talla como gobernante que construye paz y unidad, al contrario, parece olvidar todo respeto por los derechos humanos. Pero este conflicto apenas empieza, sin posibilidades de mejorarse en corto tiempo, se necesita una veeduría internacional que vele por la defensa de los derechos humanos, sea cual sea el conflicto que lo desató.