Andaba yo preguntándome el por qué del compás de la salsa, y me contesté lo siguiente.

Sabido es que tal compás es 1, 2, 3? (pausa) 5, 6, 7. ¿Y por qué algo tan rebuscado?

Debemos antes resolver el por qué esa música nace en tierra de esclavos, siendo la esclavitud tan triste y la salsa tan divertida y viva.

Y precisamente es en esa contradicción donde está el nudo gordiano de la solución del por qué el compás de la salsa es 1, 2, 3?5, 6, 7.

Cuando las potencias occidentales (el llamado mundo libre y rico) decidieron que no hay nada como el trabajador esclavo (el que trabaja por nada o casi nada), optaron por ir a África a raptar negros.

Válgame el cielo la de vueltas que da el mundo: antes los traíamos a la fuerza y ahora a la fuerza nos les dejamos traspasar nuestras fronteras.

Pero volvamos al problema que nos ocupa y preocupa: secuestrado un negro en África, el blanco esperaba a tener suficientes y los metía en un barco para llevarlos a América (por eso hay negros allí, que si no, como mucho solo indios y colonizadores).

Entonces, por eso de la competitividad, el negrero ya los ponía a remar en el barco, al ritmo de: uno, dos; uno, dos; uno, dos.

Sonido que se iba incrustando en la cabeza del esclavo a lo largo de la travesía.

Una vez en América, fundamentalmente en la zona del Caribe, les obligaban a cortar caña o picar piedra, y en ambos casos al ritmo martilleante (nunca mejor dicho) del : uno, dos; uno, dos; uno, dos.

Sonido que iba penetrando en las cabezas de los negros esclavizados hasta extremos insoportables.

Hasta que un día, dice la historia (que yo cuento) en pleno sonido del: uno, dos; uno, dos; uno, dos; alguien gritó: tres.

Localizado el autor fue castigado como se merecía, por subversivo. Cien latigazos y doble sesión de trabajo.

Pero pasado un tiempo se reprodujo el hecho en otro tajo. Y aunque esta vez decidieron castigarlo con mayor castigo, a modo de escarmiento, lo cierto es que hubo más actos similares. Actos que los occidentales blancos tuvieron que reprimir cada vez con mayor virulencia por lo que suponían de falta de resignación..

Hasta que un día, estaban todos los negros picando piedra al ritmo del uno, dos; uno, dos cuando se oye de nuevo un rebelde, tres; sonando por tanto todo así: "uno, dos, tres".

Y cuando, como otras veces, se dirigió la guardia de matones esclavistas hacia donde sonó el grito del tres para ajusticiarlo, tronó toda la tribu: cinco, seis, siete.

Quedando ahí y por siempre como grito de rebeldía, liberación y por tanto de alegría, el compás de la salsa "uno, dos, tres,? cinco, seis, siete"; "uno, dos, tres? cinco, seis, siete".

He dicho.