H a sido un verano corto, sin tregua política, con récord de turistas y exceso de calores. Sin esperar a septiembre, el Congreso ya discute los Presupuestos para 2016 que Rajoy quiere aprobar antes de las elecciones generales mientras la campaña catalana arde, como los montes de Galicia. Nos faltan dos autos sacramentales en este año insólito de cuatro elecciones: andaluzas de marzo, municipales y autonómicas de mayo, catalanas de septiembre y, por ultimo, generales en noviembre o diciembre.

Muchas elecciones, resultados atípicos, alcaldesas inesperadas en Madrid y Barcelona, consolidación de nuevas fuerzas -como Ciudadanos, Podemos y las coaliciones locales victoriosas- pero pocos avances. No confundirse: todo eso es una simple batalla por el poder, no por solventar los problemas que preocupan a la ciudadanía como el paro -especialmente el juvenil y el de mayores de cincuenta años-, los pactos educativos, de sanidad y de justicia, el debate sobre el modelo productivo y tantas cosas esenciales más. De eso apenas unas palabras pero ninguna propuesta seria. Solo el empuje de la sociedad civil puede cambiar las cosas, es decir, la exigencia ciudadana a los partidos de que se entiendan en lo esencial, alcancen acuerdos con visión de Estado y no cortoplacista. Que resuelvan los problemas, en definitiva, y no solo que el poder político cambie de manos.

Si hiciéramos balance de lo sucedido en España desde mayo de 2014, cuando las elecciones europeas certificaron el retroceso del bipartidismo y la emergencia de dos nuevos actores políticos -las formaciones de Pablo Iglesias y Albert Rivera- recopilaríamos una larga lista de cadáveres políticos desde el rey Juan Carlos a Rubalcaba y desde Esperanza Aguirre a Rita Barberá, como ejemplos emblemáticos del ERE que supuso ese cambio de tendencia electoral. Pero pocos avances concretos se han visto, excepto en el control de la corrupción. Hay personajes políticos en la cárcel como Francisco Granados, jefe de la trama Púnica, y otros desprestigiados para siempre como Jordi Pujol o Rodrigo Rato. Hoy en España parece que resulta más difícil que antes aprovecharse del poder institucional. Es un avance, sin duda, pero eso no resuelve los problemas de fondo. Y esos objetivos no parecen estar en el punto de mira de los programas de quienes van a pedir su voto a los ciudadanos. Todo ello sin contar con que algún asunto, como la tentación independentista de Cataluña, se ha agravado al confluir en este caso la incapacidad del Gobierno de Madrid para dialogar políticamente y la huida hacia adelante de Artur Mas tratando de tapar, como denuncia la oposición, su ineficacia de gestión y la deuda disparada. El presidente gallego, Alberto Nuñez Feijóo, se lo ha recriminado en un documental con palabras mas crudas: "Es más fácil agitar banderas que pagar facturas".

Resulta interesante comprobar cómo, a medida que no se resuelven los problemas aunque cambien los actores políticos, proliferan en la ciudadanía iniciativas variadas para activar asociaciones civiles que creen opinión al margen de los partidos. Destacó la creación de Societat Civil Catalana, cuyo objetivo fundamental es evitar la independencia y desmentir a Artur Mas y otros promotores de la escisión territorial cuando afirman que "la sociedad civil catalana quiere la independencia", en alusión reducida a la Assemblea Nacional Catalana. Pero en otras autonomías hay iniciativas en marcha en relación con el objetivo último de que los ciudadanos tomen protagonismo sin necesidad de afiliarse políticamente. En Navarra o Canarias, por ejemplo, nacen asociaciones de esa naturaleza y proliferan en otras, como Andalucía, iniciativas que estiman que es tiempo de tomar la palabra y pedir a los partidos soluciones efectivas. Una de esas iniciativas, Sociedad Civil por el Debate, que cuenta entre sus primeros promotores con el médico gallego Francisco López Sobrino, trabaja por la conexión de todas esas asociaciones de cualquier punto de España, para presentarse con una voz coordinada ante los poderes públicos y exigir soluciones. Sobre estas iniciativas, José Pérez Vilariño, catedrático emérito de Sociología, estima que resultan del máximo interés porque "en este país las ideologías están por encima de las ideas y así no se avanza porque las ideologías se limitan a la defensa de intereses ya constituidos". Es tiempo de dar prioridad a las ideas sobre las ideologías y de comprender que esto solo lo puede arreglar el empuje de la sociedad civil.