En toda manifestación humana, sea esta de la categoría que sea, siempre aparecerá y brotará con espontaneidad el "viva" de consentimiento o de aprobación. Cuando la manifestación humana es política, entonces los "vivas" siempre tienen un sentido de grupo, de mantener unos intereses dentro de una comunidad determinada. Aprobamos la gestión del líder para así conseguir también nosotros algo.

Hoy, con total claridad y con la misma carga y sinceridad de siempre, voy a reivindicar y reivindico un "viva". Lo hago con conocimiento de causa y después de analizar situaciones concretas y un periodo de la historia de este país, todavía llamado España, que es la famosa Transición. Tengo que decir y digo: viva el centralismo.

El segundo "viva" tiene que ver con ese rosario de partidos, formaciones políticas, grupos, colectivos, una amalgama indescifrable de intereses que surgieron al principio de la Transición y también en los últimos años y meses. Después de analizar esta situación de reino de Taifas, tengo que decir "viva el bipartidismo" y la sencillez, una forma de gobierno básico y fundamental que han establecido los países que dirigen los llamados destinos de los pueblos que viven en esta maltratado mundo.

Parece de lógica porque toda sociedad se agrupa en dos grandes grupos separados, que discrepan, pero que creen en unos mismos principios, los que mueven a la mayoría. Que gobierne uno u otro depende de la coyuntura, de la situación económica. El resultado no variará mucho porque la esencia es la misma: la búsqueda del bienestar de la mayoría. Los radicalismos siempre son peligrosos y suponen inestabilidad y tensión.

Que queden bien claros mis dos vivas: uno para el centralismo y el otro para el bipartidismo.