El fútbol se ha convertido en un deporte tan familiar y trascendente para una parte muy amplia de la sociedad que marca las estaciones en nuestro tiempo. Cuando empieza la Liga es que el verano está vencido y el otoño alborea. Como ahora. Este fin de semana ha echado a andar la competición de Tercera División con novedades para la provincia. La principal, sin duda, la presencia del Zamora CF en una categoría que ya había olvidado tras dieciséis años en Segunda B. Enfrente, en el mismo grupo octavo, va a tener al GCE Villaralbo, un equipo que se ha consolidado en este nivel y que ha crecido mucho como club en los últimos años.

El Zamora seguramente nunca había iniciado la competición con la meta tan definida: el ascenso. Cuando el pasado 17 de mayo dijo adiós a la Segunda División B teniendo como testigo a la Leonesa, jugadores, directivos y, sobre todo, aficionados se mostraron convencidos de que lo que había pasado no era más que un accidente y que la herida se iba a curar en un año. En junio de 2016 el club rojiblanco debe volver a su estado natural que, por tiempo de permanencia, es la división de bronce.

Todos los análisis están hechos y, por tanto, sobra hurgar en la herida. El Zamora bajó seguramente por un exceso de confianza en la dirección técnica encabezada por Roberto Aguirre, que no cumplió las expectativas. Pero también porque la plantilla no estuvo a la altura esperada y porque el fútbol, pese a quien pese, sigue siendo un deporte que se nutre de resultados y estos, a veces, penden del hilo de la fortuna.

Afortunadamente se ha hecho borrón y cuenta nueva. La directiva sigue estando encabezada por Segismundo Ferrero, la nave va y empieza una nueva andadura que acabará a las puertas del verano de 2016. Entonces sí que habrá que pedir cuentas si no se cumple el objetivo apuntado.

Los deberes se están haciendo. La plantilla no tiene nada que ver con la del año pasado. Se ha cambiado más de la mitad de los jugadores. La cantera tiene presencia y se espera que también mucho protagonismo y los nuevos fichajes, en la pretemporada, no han defraudado. El Zamora, que inicia hoy la Liga en La Albuera con la Segoviana, otro gallito del grupo, parte como favorito y no solo por nombre y por historia sino por presupuesto, que ronda los 400.000 euros. Y también por masa social. Ya lleva 900 socios y el objetivo está muy por encima de esta cifra.

En la pretemporada el cuadro rojiblanco ha apuntado buenas maneras que invitan a la esperanza. El primer tiempo contra el Valladolid en el Ruta de la Plata, en el homenaje a Agustín Villar, tiene que servir de modelo en la temporada. No así el segundo, donde las ilusiones se vinieron abajo. En esos primeros cuarenta y cinco minutos del encuentro apareció claramente la mano de Baltasar Sánchez Martín, Balta, un entrenador que se hizo cargo del equipo cuando quedaban tres partidos de la pasada campaña y ya todo era inevitable, pero que en poco tiempo ha marcado su sello, el del esfuerzo y la responsabilidad, valores que quedaron a la intemperie en la temporada anterior.

El GCE Villaralbo también ha trabajado bien en los últimos meses. El nuevo entrenador, Diego Rojas, y el presidente José Fernández han ahormado una plantilla seria y fiable, con jugadores que ya han demostrado su valía en la Tercera División. Aunque el presupuesto destinado al pago de la plantilla no es alto, 45.000 euros, el club azulón se ha convertido en escaparate de jugadores, lo que supone un incentivo para estos.

El fútbol es, además de deporte, una plataforma social que aúna sentimiento y negocio. Para las ciudades con equipos punteros es también un atractivo turístico, que mueve muchos visitantes y activa las empresas locales. De ahí la transcendencia de contar con equipos en las divisiones más importantes. El Zamora y el Villaralbo, aunque esta campaña con objetivos diferentes -el primero, el ascenso; el segundo, la permanencia-, abrazan la misma filosofía, la de estar siempre arriba, escalando todas las divisiones que sean posible.

Para que un equipo de fútbol progrese y tenga éxito necesita del apoyo de la afición. Es imposible que un club alcance las primeras posiciones sin que el ámbito social en el que se mueve se vuelque con él. Zamoranos y villaralbinos tienen que estar detrás de sus equipos, insuflando la fuerza necesaria para que cumplan sus objetivos. Esta campaña, además, hay un incentivo añadido, el del enfrentamiento de los dos equipos en la misma categoría, circunstancia que no se había dado nunca y que, por sí misma, debe hacer afición.

Los resultados deportivos sirven también para bajar o subir la autoestima de la colectividad y la provincia no está sobrada de optimismo. Por eso hay que confiar en que el Zamora y el Villaralbo consigan muchos triunfos, lo que supondría alegría para las dos aficiones.