Palabras que no tienen relación entre sí, que no parecen estar vinculadas por nexo alguno, lo mismo ocurría con las que daban título a la película sobre Pascual Maragall y su enfermedad: "Bicicleta, cuchara, manzana". El sentido de estas tres palabras se encuentra en su función, se utilizan en la exploración clínica de la memoria a corto plazo del enfermo, el expresidente de la Generalitat de Cataluña, que lucha junto a su familia por entender y avanzar en la curación de la terrible enfermedad de Alzheimer.

Preocupado por la memoria no a corto sino a largo plazo, traigo a colación los términos que dan título a este artículo. Tampoco están referidos a terapias individuales, más bien señalan situaciones colectivas, fenómenos sociales que, por la pulsión de la vida diaria, los ciudadanos tendemos a olvidar. Se trata de la "memoria declarativa", esa que almacena información sobre hechos, sobre las experiencias vividas en su marco espacio-temporal. La que nos permite dotar de sentido a nuestros recuerdos, que viene a ser lo mismo que dar sentido a la propia vida. Veamos entonces por qué no debemos olvidar lo que estas palabras indican.

Crematorio es el lugar donde se incineran los cadáveres, también es el título de una excelente novela de Rafael Chirbes, fallecido la semana pasada, o de la serie de televisión protagonizada por el también finado José Sancho. El libro se publicó en 2007, en plena vorágine inmobiliaria, trata de la sobreexplotación del territorio en el que vivíamos, nos sobrecogió con su crudeza, pero pensamos que esas cosas eran puntuales y que la literatura se puede permitir tales licencias. Pues bien, hoy, a finales de agosto de 2015, hay que recordar a todo el mundo que esa historia, esa serie, contaba una parte muy pequeña de la podredumbre de la clase política y empresarial de la comunidad valenciana y de España. La realidad está superando con creces aquella denuncia del novelista Chirbes, de hecho continuó su corrosivo análisis de la crisis con su obra "En la orilla", que mereció el premio Nacional de Narrativa en 2014.

Mercado es una palabra que define el acuerdo de intercambio de bienes o servicios entre individuos o asociaciones. También puede referirse al ambiente social que facilita la relación entre los que ofertan algo y los que lo compran. El trueque era una de las formas primeras del mercado y la bolsa es una de las últimas, en ella se compran y venden acciones. Hemos oído los últimos años tantas mentiras sobre los mercados financieros y su regulación que casi todos desconectamos al oír noticias al respecto, pero cuando escuchamos que los ganaderos de leche no pueden seguir manteniendo sus explotaciones, por culpa del mercado, nos indignamos y preocupamos. Resulta que no les merece la pena ordeñar la leche por un precio inferior al coste de producción. Antes trabajaron con cuotas de producción, cuando se acaban estas y sus limitaciones, se topan con un abismo mayor. Lo denunciaba muy clarito Miguel Blanco, el documentado y solvente secretario de COAG, los ganaderos están a la intemperie, sometidos a todos los vendavales: los intermediarios y distribuidores, las grandes cadenas alimentarias y, sobre todo, el mercado, que debe regularse por una ley que garantice la competencia, aunque a su vez consagra y bendiga la ruina de miles de ganaderos ¿Qué políticos aprobaron esas leyes que permiten estos atropellos? ¿Por qué protegen con tanto celo los intereses de las grandes empresas? No lo olviden a la hora de que les pidan su voto.

La palabra dilema sale de un editorial del diario El País, en el que se aludía a la situación difícil y comprometida en que se encontraba el nuevo partido Podemos. La verdad es que lo normal en la vida social o política es tener que enfrentarse a situaciones disyuntivas, a decidir entre proposiciones contrarias, de ahí que no parece grave que una fuerza política deba afrontar dilemas en el devenir de la vida pública. Lo que no parece tan normal es que un periódico, que hasta el año 2011 se llamó "Diario independiente de la mañana", muestre sus vergüenzas partidistas tan burdamente, defendiendo las políticas y a los politicastros que han llevado a España al estado de desigualdad e injusticia social que nos asuela. Siguen con la matraca del populismo, emulando a los dos grandes y corrompidos partidos, y otros argumentos ridículos, que repiten desde las últimas elecciones. Ese mismo año, el grupo Prisa, dueño de El País, perdía 451 millones de euros y Cebrián, periodista del régimen franquista, que llegó a jefe de informativos de TVE con el último gobierno de la dictadura, su consejero delegado. Lejos de ser despachado del cargo, muy pronto ascendería a presidente ejecutivo con salario anual millonario, mientras la empresa era vendida a fondos de inversión de oscuros orígenes e intereses . El diario ya se definía como "El periódico global".

Que no olviden los ciudadanos, que cada día se enfrentan a dilemas, como este medio de comunicación, al igual que El Mundo, ABC o La Razón, ya no tienen ninguno y trabajan para que nosotros tampoco. Tengamos cuidado.