P arece ser que tan orgullosa está de sí misma la Junta de Castilla y León en materia de sanidad que anda por ahí difundiendo una campaña en la que se hace alarde de ser la sexta comunidad más valorada por los pacientes respecto a la atención recibida y al funcionamiento en general. No está mal ser los sextos entre los 17 reinos de taifas en las que trocearon España, pero tampoco es como para tirar cohetes cuando hay tanto que mejorar y tanto que informar de lo que no se informa.

Realmente, la sanidad pública está bien valorada, en general, de creer a sus propios baremos y a sus propias encuestas. Pero ha estado mejor, y desde que el PP llegó al Gobierno va a hacer cuatro años, con su política de austeridad y recortes para los demás -no para los políticos- va a menos, va a peor, y se nota ostensiblemente, como lo demuestra sin ir más lejos el incremento del número de reclamaciones oficiales, la mayor parte concretadas, no en los profesionales que atienden el servicio, sino en el funcionamiento de un sistema que alcanza cotas de saturación que podrían evitarse justo con más medios, o sea lo contrario exactamente de lo que se viene haciendo en la región castellanoleonesa.

Han aumentado mucho las quejas en el último año tras la reestructuración que el departamento de sanidad de la Junta, Sacyl, llevó a cabo en los últimos tiempos. Referidas sobre todo a la atención primaria, pero no solo, porque hay otros aspectos en los que la decadencia se acentúa, como están denunciando casi constantemente los sindicatos médicos y de enfermería. La subida de las protestas ha sido del 20 por ciento en la comunidad, pero Zamora, con un 30 por ciento más y casi 500 reclamaciones, y Soria suben mucho por encima de esta media y no es casualidad que se trate de las dos provincias más despobladas, dispersas y envejecidas. En las elecciones de mayo se ha visto el descontento, y solo un escaño y la mano generosa de Ciudadanos ha permitido al PP seguir gobernando cuatro años más. A día de hoy, y se nota mucho más en verano, y más aun en los en los núcleos rurales, la atención deja mucho que desear, pese al esfuerzo de los médicos y la paciencia de los pacientes. Donde hay más de un facultativo, casi ni se hacen sustituciones, más trabajo para el personal sanitario y mayor espera para quienes aguardan consulta.

No es solo eso, porque el usuario encuentra otros motivos de queja ya habituales y que siguen sin ser corregidos, como las largas listas de espera, que no son solo largas en cuanto a las intervenciones quirúrgicas sino también en cuanto a la atención especializada y a las pruebas diagnósticas en las que se baten récords de tardanza que pueden llegar y aun superar los seis meses, medio año, teniendo que recurrir Sacyl al concierto con entidades privadas de salud como última solución para evitar la acumulación de retrasos. También la organización de los centros hospitalarios suele ser motivo de queja frecuente entre enfermos y familiares. Hasta la Junta reconoce que la desdichada reestructuración ha originado muchas de las quejas. Pero eso sí, siguiendo la política del PP de premiar al que falla, el responsable del área de salud continúa siendo el mismo pese al aviso del descalabro electoral.