Existe una localidad en Sanabria en la que desde la Edad Media, todos los lunes, se ha celebrado allí un mercado donde compradores y vendedores han tenido la oportunidad de ejercer la ley de la oferta y la demanda. Esa localidad se llama el Puente y toma su nombre del vetusto puente que cruza el río Tera.

Con expresa autorización de la marquesa de Benavente, en el siglo XVII, se firma un documento con el fin de crear un mercado semanal y oficial libre de impuestos, en contraposición con el que existía en la Puebla que se celebraba los domingos (desde 1991, a modo de rastrillo, los viernes). Ese documento se firma encima de unos grandes "rebollos" que se encontraban en la explanada. Quizás a modo reivindicativo, esas piedras que se usaron como mesa improvisada, aparecieron un buen día en el río Tera. Desde 1985 forman parte de un monumento en la plaza del pueblo.

Desde su creación, parte de la vida económico-social de la zona ha estado marcada y unida a la celebración semanal del citado mercado que se ha ido transformando, para adaptarse a los nuevos tiempos, en un rastrillo que sigue siendo un punto de encuentro de paisanos y visitantes.

Debido a la confluencia de caminos y senderos, era el sitio idóneo para que profesionales de todo tipo ofreciesen sus trabajos y los ganaderos expusiesen sus mejores ejemplares. En el lado opuesto, acudían los compradores con el deseo de obtener el mejor producto al mejor precio. En las operaciones de compraventa no podía faltar el mediador, agilizando las operaciones con su consiguiente comisión.

Todo ello, por supuesto, aderezado con el mejor pulpo, escabeche de tino, empanadas, pan, vino y refrescos que se mantenían frescos gracias a que se recubrían con nieve, traída a propósito desde Peña Trevinca en sacos recubiertos por hojas y serrín para su conservación.

La picaresca también deambulaba entre algunos vendedores. No era raro oír contar a algún que otro paisano que había comprado una vaca preñada, sin embargo, llegada la fecha, no paría porque en vez de engordar había adelgazado.

El Mercado de El Puente y el Mercado de Valores, en esencia, poco difieren el uno del otro. Ambos, como dice la RAE (Real Academia de la Lengua), son sitios públicos destinados permanentemente, o en días señalados, para vender, comprar o permutar bienes y servicios. En definitiva, ambos permiten el encuentro de la oferta y la demanda con el objeto de realizar el intercambio entre comprador y vendedor. En el primero, el comprador que acude es alguien que necesita o que le es útil el bien que desea adquirir; en el segundo, el comprador o inversor adquiere un valor con la esperanza de conseguir una rentabilidad vía dividendo o por la propia revalorización que experimente.

Los primeros mercados de la historia se identificaban porque su funcionamiento era mediante el trueque. Posteriormente, la aparición del dinero hizo que surgieran las leyes y los códigos de comercio.

Tradicionalmente, al Mercado de Valores se le conoce como Bolsa, siendo esta el lugar físico o virtual donde cotizan todo tipo de valores e instrumentos financieros. En España hay cuatro: Madrid (1831), Bilbao (1890), Barcelona (1915) y Valencia (1980). La palabra "Bolsa" surge a finales del siglo XVI en la ciudad de Brujas (Bélgica) porque los negociadores se reunían en un local de Van Der Bursen. Otro dato curioso es que el primer libro que habla sobre las operaciones en la Bolsa fue escrito por el español José de la Vega, se titula "Confusión de confusiones" (Ámsterdam, 1688).

El Mercado de Valores tiene la particularidad de que el pequeño inversor no puede acudir a él directamente, necesita un intermediario autorizado que es el que accederá al mercado bursátil. Los ahorradores conocemos muy bien esta "anomalía" lo que nos hace acudir, sin remedio, a sociedades y agencias de valores así como a las entidades de crédito para que, a través de ellas, se puedan canalizar nuestras órdenes de compra y de venta.

Las funciones principales de la Bolsa son ofrecer liquidez a empresas e inversores y promover el ahorro aprovechando la posible revalorización de los activos. Goza de seguridad jurídica y económica pero no garantiza rentabilidades pues estamos hablando de renta variable en su más estricto sentido.

La historia ha ido marcando fechas clave en la aventura de los Mercados de Valores. Casi todas ellas muy desagradables para los inversores por el estallido de las malditas burbujas que se forman por la especulación desordenada.

La primera fue la crisis de los tulipanes (1636). Todo el mundo quería tener bulbos de tulipán e invertían todo su dinero en ellos, incluso hipotecaban hasta su propia vivienda. Llegó tal momento que valía más un tulipán que una casa. Al final, los especuladores, aprovechando que el mercado estaba totalmente hinchado, desaparecen y ya no hay forma de vender provocando así el estallido de la burbuja.

La burbuja del Mississippi (1719) y la de los Mares del Sur (1720) corrieron la misma suerte. Inicialmente, todo eran beneficios a base de aumentar deuda, al final, todo se desmorona con una velocidad incalculable que impide deshacerse de los valores adquiridos a precios disparatados.

El crack estadounidense de 1929, conocido como el jueves negro, un 24 de octubre, fue la mayor crisis mundial conocida hasta entonces siendo incluso motivo de estudio en la actualidad. La disminución del valor de las compañías arrastró a la ruina a inversores, hizo que se cerraran empresas con el consiguiente crecimiento del paro e hizo que se trasladase el problema al resto de países.

La crisis el petróleo en 1973, el lunes negro de Wall Street (1987) o la burbuja "puntocom" (2000) son otros ejemplos de ruinas bursátiles que se llevaron consigo grandes fortunas y la quiebra de miles de ahorradores y pequeños inversores.

No puedo dejar pasar por alto las estafas piramidales al estilo Ponzi: caso Maddoff, Forum, Afinsa, etc. El sistema consiste en captar capitales y pagar altos beneficios con el capital que contribuyen los nuevos inversores. Al disminuir la captación de nuevos incautos el sistema se desmorona por sí mismo.

En nuestros días, la crisis en los mercados de China y la propia Grecia con sus turbulencias, nos han afectado de lleno. Se entiende que estamos en el periodo de frenada pero no se sabe cuándo finalizará realmente.

Aunque el escrito puede dar lugar a una cierta visión catastrófica, también ha habido bonanzas, y muchas. Por eso, sigan acudiendo al Mercado de El Puente y al Mercado de Valores porque están y seguirán estando ahí: para paisanos y visitantes el primero e inversores y ahorradores el segundo.