Ha sido grave, muy grave, la cogida sufrida por Francisco Rivera Ordóñez en la plaza de toros de Huesca. Su entereza ha recordado a muchos la de su propio padre "Paquirri" cuyo apelativo de batalla lleva con orgullo adosado a su nombre el hijo del recordado diestro. Pero más grave ha sido la cornada que vía Twitter le han propinado los adalides del antitaurinismo patrio. Gente cobarde que se esconde en el anonimato que proporciona la Red, en un seudónimo, en un remoquete, para arremeter con saña contra todo el que les cae mal. De estos capones están llenas las redes sociales. Gente que insulta, que amenaza desde la impunidad que da el anonimato, pero que serían incapaces de dar la cara porque posiblemente no tendrían valor para evitar que se la partieran.

No hay derecho a lo que están haciendo y diciendo los que se muestran contrarios a la Fiesta Nacional. Un poco de respeto no les vendría mal. Para ser respetados necesitan respetar. Una cosa es que disientan, que discrepen y otra muy distinta es que se muestren como auténticos energúmenos, creyendo que por chillar más tienen más razón. Por la boca muere el pez y esta gente la abre en demasía.

Me parece una salvajada, una indignidad y no sé hasta qué punto no será un delito, que algunos "memes" se hayan reído de la situación del torero, hayan hecho chistes mordaces y desafortunados e incluso le hayan deseado la muerte. Así, con todas las letras y los pronunciamientos: la MUERTE. Vociferan pidiendo la salvación del toro de lidia que como su propio nombre indica nace para ser lidiado porque no tiene otra razón de ser y sin embargo festejan el dolor de un ser humano al que desean sin ambages la muerte.

¿Cómo se puede llamar humana a gente así? Son todo menos seres humanos y además son unos gallinas, incapaces de dar la cara y el nombre verdadero. Gente así es un desperdicio, una basura a la que hay que perseguir. Y que no me hablen de libertad de expresión. Tú me insultas a mí, yo te insulto a ti, nos enzarzamos, llegamos a las manos, hay que lamentar un problema mayor como consecuencia de todo ello pero, oiga, se ha honrado a la libertad de expresión que, sin duda alguna, es otra cosa bien distinta. Que se lo pregunten a los entendidos.

Por favor, respeto para el torero, para un hombre valiente que estaba, mal que pese a unos cuantos, trabajando, ganándose el pan con el sudor de su frente. ¿Cómo es posible, por muy en desacuerdo que se esté, que a título individual y colectivo haya movimientos que celebran y jalean el dolor de una persona a la que desean la muerte? ¿Qué pasa, que son mejores que el torero y tienen más razón? Son los anti-razón, los que se conduelen por la pérdida de un huevo de avestruz y sin embargo se ríen del dolor de un ser humano que, cuando esto escribo, está al borde de la muerte.