En el último pleno del Ayuntamiento de Zamora pasó desapercibida una frase de la portavoz del PP que, pretendiendo descalificar a quienes nos oponemos a la ley mordaza y defendemos la libertad de expresión, nos llamó "venezolanos", como es habitual, y dijo que llevábamos camisetas con reivindicaciones poco adecuadas. O sea, "camiseteros".

En la calle, como siempre, estaban los miembros de la PAH con su camiseta verde y su "Stop desahucios", jugándose el tipo con la mesa de "camping" para recoger firmas, después de haber tenido que pasar por las solicitudes burocráticas castradoras de movimientos sociales, tan peligrosos como molestos, por ocupación de la vía pública y reivindicación del derecho constitucional a la vivienda. ¡Camiseteros!

Como camiseteros son todos los maestros, profesores, padres, madres, y estudiantes que con su camiseta en defensa de la escuela pública se identifican para unirse en la marea verde en contra de la ley del Sr. Wert -ahora monsieur Wert-. O los miles de trabajadores de la Administración y de los servicios públicos que defienden con su camiseta negra precisamente eso, lo público, en la marea de ese color. O los miles de sanitarios que usan para luchar en la marea blanca el mismo color que los identifica en su trabajo, cuando los buscamos para que nos ayuden en el dolor y la enfermedad.

Para los que quieren amordazar la protesta ciudadana y la lucha en la calle, las camisetas son peligrosas.

Porque son las banderas de los pobres, de los trabajadores, de los de abajo si queréis, que se llevan puestas en lugar de ondeando en un mástil, pero que unen e identifican con su color y con sus palabras a la gente en una misma reivindicación.

Y son peligrosas porque son sencillas y baratas, porque quien se las pone se compromete. Porque son gritos sobre el cuerpo.

Y porque a veces ganan. ¿Quién no se puso la camiseta del "No a la guerra", contra la de Irak, si hasta el papa lanzó su mensaje, negro sobre blanco?

El pueblo y las gentes que no formamos parte del cuarto poder, y menos aún de los anteriores, somos muy de llevar camisetas por la calle para lanzar nuestros mensajes.

Además de las camisetas mencionadas, de luchas ciudadanas que se han impuesto con su color al poder, a mí me gusta especialmente la negra con el mensaje "Rebélate", porque es permanente hasta que se rinda a los lavados; la del "Comando Escoba", por sentimentalismo y porque da valor al trabajo callado del militante de base pegando carteles; y la del megáfono de "Voz Libre", porque se adelantó a la ley mordaza. Las dos últimas diseñadas por un camarada y, sin embargo, amigo.

El mismo que, tras asistir a los plenos con su camiseta de "Abajo la macroeconomía, ¡vivan las cuentas de la vieja!", ahora está obligado a hacer como concejal de Hacienda lo predicado en ella.

Porque para que las camisetas sean arma pacífica de lucha, hay que vestir como se piensa y pensar como se viste.

Quizás por eso, la portavoz del PP no fue capaz de vestirse con la camiseta de "Zamora libre de circos con animales", y solo se la puso por encima. O quizá solo fuera una anécdota sin más.

Como parece una anécdota, pero quizá tengamos que tenerla en cuenta como reclamo turístico, la camiseta famosa de C. D. Guijuelo, de color y sabor a jamón, que ha puesto a esta ciudad en el cuarto poder de la prensa y en el "trending topic" de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Aviso a los sectores del turismo de Zamora, no sea que tengamos que ir los zamoranos con la camiseta de arroz a la zamorana, de pulpo a la sanabresa, de ternera o setas de Aliste, de color vino o de olor a queso? en fin ¡Y a ver quién nos llama después camiseteros en tono despectivo, si con ello vendemos Zamora!