Durante estas semanas de verano, los pueblos de Zamora y los de prácticamente toda España están irreconocibles. Y no es precisamente porque en estos momentos luzca más el sol y el calor anime a la diversión y el jolgorio. Las diferencias fundamentales entre estas semanas estivales y las de otoño o invierno tienen que ver sobre todo con la recuperación momentánea de la población y el incremento de las relaciones sociales. Ahora, con el regreso a casa de muchos de los emigrantes que cogieron las maletas en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX (145.000 zamoranos abandonaron sus localidades de origen para ir a otras provincias o al extranjero a ganarse las habichuelas), los pueblos incrementan su población de una manera espectacular. Y con el aumento de los nuevos residentes regresan también muchas de las escenas que se vivían de manera habitual hace tan solo unas cuantas décadas en nuestros pueblos.

Por ejemplo, estos días es habitual encontrar en el programa de fiestas de muchos pueblos de Zamora o de otras provincias limítrofes actividades relacionadas con estampas típicas de la vida cotidiana del pasado. Actividades, sobre todo, que tienen que ver con la recuperación (o más bien la recreación) de labores agrícolas de la época estival: la siega, la trilla, la limpia, etc. Actividades, sin embargo, que son momentáneas -solo se representan en las fiestas del pueblo- y que sirven para refrescar la memoria, incrementar la nostalgia y, en muchos casos, para recordar la dureza de la vida y de las actividades del campo hace tan solo unas cuantas décadas. Porque la vida del campo ha sido dura, muy dura. Más de lo que muchas personas ajenas a la vida rural pueden pensar. Algunos, por ejemplo, hemos vivido y padecido esa dureza en nuestras propias carnes y sabemos muy bien el significado exacto y preciso de lo que antaño representaban estas actividades estivales: la pura supervivencia.

Por eso, cuando ahora presencio, en vivo y en directo, la representación de estas actividades en las fiestas de alguna localidad zamorana suelo fijarme en los rostros y en los comentarios de los mayores y también de los jóvenes y niños que asisten al espectáculo de recuperación de la memoria histórica. Porque el significado que para unos y otros pueden tener estas actividades agrícolas es muy distinto. Para los más jóvenes, suelen ser actividades lúdicas, puro entretenimiento, sin ningún significado especial. Un día más en sus vidas. Pero para los mayores, protagonistas activos hace años de lo que hoy es tan solo un recuerdo, suelen representar el reencuentro con un tiempo pasado que no siempre fue mejor que el actual. Algunos incluso van más lejos y piensan que estas actividades son un signo de la revitalización de la cultura rural. Yo no lo creo. Este supuesto proceso revitalizador e innovador de los territorios rurales, que es incuestionable, forma parte de un proceso de cambio social que apenas es controlado por los habitantes del medio rural.