Silvio Berlusconi vende "Vila Certosa" en la Costa Esmeralda de Cerdeña, su finca dedicada a la actividad terciaria del "bunga-bunga" gracias a la cual sabemos que Telecinco puede existir fuera de Telecinco y la ficción del reality-show puede ser realidad reality-reality cuando el dinero sucio hace realidad los sueños de mal gusto, sean húmedos o secos. ¿Cansó Berlusconi de los descansos veraniegos? ¿Se hartó de las erupciones del volcán artificial que funcionaba como una chimenea de exteriores? ¿Se le murió aquel amigo que le acompañaba con la guitarra para llorar con las canciones napolitanas en el tiempo en que no estaba estafando a una rica huérfana por medio de su abogado o negociando con la mafia? ¿La viagra le da acidez de estómago?

Entre los compradores se encuentra un príncipe árabe y saudí que fue embajador en España y está al frente de un "think-tank" para mejorar las relaciones entre los países árabes y las naciones de Occidente, que no todo va a ser financiar el terrorismo yihaidista, caramba, que también las monarquías absolutas teocráticas deben poder adquirir mansiones a presidentes demócratas en las islas más bellas de la Cristiandad.

Esperemos que el magnate recoja todas sus pertenencias, no se vaya a dejar olvidada a una "velina" escondida desde hace 10 años en el jardín del fauno para darle una sorpresa a él o a un invitado. No sería tan raro. En islas desiertas del Pacífico siguieron apareciendo combatientes japoneses treinta años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Aunque Berlusconi no sepa qué hacer con ella -ya mayor de edad, quizá en esa madurez de la veintena en la que ya no se la pueda ni tirar ni reciclar- al menos que la evacúe para que los nuevos propietarios no puedan acusarla de provocar el acoso sexual de los que la descubran, como sucedió con dos chicas saudíes que iban en una moto por el paseo marítimo de la ciudad saudí de Yeda hace un mes.