Jugando al bueno y al malo, parece que el ministro Cristóbal Montoro no nos quería antes por eso de los recortes y la subida de impuestos, ni nos quiere ahora con los nuevos presupuestos. Pero el nuevo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, sí que nos ama.

Dice el sustituto ministerial de Wert que eso del alto IVA cultural no es el problema de España, que lo hablará con Montoro y lo solucionará en un periquete, aunque hay que hacer cuentas. Muy fácil lo ve el ministro novato Montojo, porque su casi tocayo, Montoro, es un hueso duro de roer, y no se le escapa una. Dice el de Hacienda que ahora no hay margen para bajar el 21% de las entradas para espectáculos culturales, y se acabó la fiesta.

Pero eso sí, a Íñigo Méndez de Vigo y Montojo le gusta mucho el cine, el cine español, por eso ve asiduamente "Cine de barrio" en televisión. Calladito estaría mejor este nuevo cargo ministerial del equipo de Rajoy ¿Cine español es el "Cine de barrio" de TVE? Y la cultura española ¿es el tablao, los toros, el sol, la tortilla de patatas y el fútbol, claro? ¿Dónde han tenido escondido a este espécimen de la casta del Régimen 78? ¿En la unión Europea representando a los españoles? Seguramente perteneció al casposo equipo de la "Marca España" del ministro García-Margallo.

Y luego está el feo asunto del tenebroso cuadro-retrato de Solana a Unamuno, según criterio artístico del inculto Íñigo. Antes de jurar el cargo ministerial fue a su nuevo despacho, donde se ubicaba ese cuadro de Solana desde hace más de 12 años, y mandó retirarlo, maleducadamente, a los sótanos del Ministerio. Ahora, algo avergonzado, dice el ministro Méndez de Vigo, que lo trasladó -para enfrentarlo como juego literario del 98- al despacho de uno de sus colaboradores donde había ya un cuadro de Juan de Echevarría sobre don Ramón María del Valle Inclán.

Unamuno, impertérrito, es el que le recriminó, desde el más allá, que no tiene saberes específicos, vamos que no tiene ni idea sobre Educación y Cultura. Por eso le recomendó estudiar por la noche, hincar mucho los codos, para enterarse de lo que era la Lomce y el pacto educativo, por ejemplo. Que hablase con Ángel Gabilondo, que además de haber sido rector de rectores universitarios fue ministro de Educación. Como todos saben, después de Gabilondo llegó el ministro pirómano del PP, Wert, y jorobó consensos y provocó las iras y protestas de toda la comunidad educativa. Y ya parece que ha aprendido a ceder algo ante las autonomías por prorrogar o suspender la maldita Lomce de Wert.

Íñigo nos quiere a su manera, como al "Cine de barrio" y a la cultura de charanga y pandereta. ¡Menos mal que no nombró como autores excelentes de la literatura española a Corín Tellado, a Olvido Hormigos o a Maxim Huerta y a Jorge Javier Vázquez!

Íñigo Méndez de Vigo propone convertir la gastronomía en embajadora de la cultura española (El Celler de Can Roca, y varios más?) Como siempre, el PP se apropia del duro y exitoso trabajo de otros, no lo hecho por su gobierno, para presumir de "Marca España", sin apenas inversión.

Íñigo nos quiere a su manera, ignorante de muchas cosas, pero al menos sabe idiomas y se maneja muy bien en parlamentos y embajadas. Además tiene un porte elegante, repeinado y lacado. ¿Y de qué nos quejamos para tres meses que va a estar en el cargo? Rajoy no ha encontrado en el PP a otro enchufado que esté dispuesto a acarrear con la patata caliente del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Y a Íñigo, el IX barón de Claret, el nuevo aristócrata en la corte de Mariano Rajoy, el ascenso le viene al pelo, y así, los de la gaviota azul tienen a alguien de "confianza" para aguantar con las leyes educativas que nos encasquetó Wert. Esperemos -en términos deportivos- que no sea solo un jugador de cara amable, con aparentes buenas formas, que luego mete la puya, como algunos trileros de la UE. Todos sabemos de qué pie cojea, ministro.

Pero el que no nos quiere nada es Cristóbal Montoro. ¡Vaya presupuestos generales para 2016! Baja la inversión pública; hay menos dinero para I+D+i, para becas, para las universidades, para los parados de larga duración.

Montoro ha hecho unos presupuestos abocados a las enmiendas después de las elecciones; no contemplan la recuperación de empleo digno, ni el pago de la deuda (el gran déficit público). No corrige la quiebra, lenta pero inexorable, de la caja de pensiones en el boquete de la Seguridad Social. Montoro no quiere a los funcionarios ni a los pensionistas ni a los parados de larga duración ni a los autónomos ni a los jóvenes talentos que han tenido que emigrar.

Este hombre -de negro- malo, como los de la troika europea, dice que baja ahora el IRPF y suaviza algún tramo de la declaración de la renta. Pero estos trucos fiscales son electoralistas. Nadie con dos dedos de frente -tal como está la deuda pública española y los compromisos de pago- diría que no hay que subir impuestos después de las elecciones, o se cambia políticamente de modelo de crecimiento económico en España.

Algunos ajustes presupuestarios que nos ha presentado el ministro de Hacienda -a bombo y platillo- son engañifas de cara a las generales, y varias partidas presupuestarias están sobrevaloradas para que cuadren las cuentas en estos cuatro meses hasta las elecciones. Presupuestos ni creíbles ni factibles.

Los ministros -tanto monta, monta tanto, Montojo como Montoro- nos quieren y nos odian a la vez. O sea, nos quieren para que les votemos, pero luego si te he visto no me acuerdo. Y los españoles sí que tenemos buena memoria, en especial en las urnas de las próximas generales.