Nada digo de los que se atribuyen a la intercesión de la Virgen, de los santos del cielo o de los próximos a serlo, puesto que para acceder a la peana es necesario milagro previo en la tarjeta de presentación. Los milagros a los que me refiero y que no existen, demostrado queda, son los de las llamadas, precisamente, dietas milagro. Son un engaño manifiesto. Un timo. Una manipulación del anhelo y de la buena fe de las gentes que son o se ven gordas y quieren adelgazar.

Me parece tremendo que los españoles nos gastemos al año dos mil millones de euros en dietas milagro. Un milagro que dura lo que dura la vigencia de la dieta. Se pierde agua, se pierde masa muscular pero la grasa sigue enrocada en la cintura, el abdomen, los glúteos y los muslos sin que se haya producido un milagro sobre ella y, lo más grave, sin percatarse de los daños colaterales que produce la ingesta de los productos milagrosos que se nos ofrecen por doquier.

El sobrepeso de la sociedad española es preocupante, pero más preocupante es la proliferación de estos productos que están muy lejos de poner coto al problema. ¿Quiere que le dé la mejor receta para no engordar? Comer menos y hacer ejercicio. Fíjese que no le digo "no comer", sino realizar una menor ingesta, elegir bien la alimentación y practicar ejercicio que siempre resulta muy sano. Me parece tremendo que cuatro de cada cinco españoles que quieren adelgazar, porque se ven gordos o con ligeros problemas de sobrepeso, utilicen las dietas milagro.

Mal por los productos que se venden en farmacia. Peor por los productos que se comercializan vía Internet, vía teléfono o en el salón de estética donde no tienen ni idea de lo que están vendiendo con las consecuencias nefastas que puede tener para la salud de la ilusa o iluso que se crea todos los rollos que escucha. Los expertos en nutrición y dietética saben sobradamente la inutilidad y el peligro para la salud de las dietas milagro, frente a las que hay que anteponer una educación alimenticia consistente en una dieta equilibrada. Ahí sí que fallamos estrepitosamente. En el equilibrio, que casi siempre perdemos, está la solución. A todos nos gusta comer y comer bien. No medimos las consecuencias y cuando cinta métrica en mano nos las toman, nos hemos salido por todas partes, con la particularidad de que suele ser peor el remedio que la enfermedad.

Ese tipo de dietas suelen provocar graves trastornos de salud. Dicen los expertos que pueden contraerse graves depresiones, estados de ansiedad, daños renales, enfermedades cardiovasculares y otros efectos psicológicos negativos, además de ser ineficaces a medio y largo plazo. Lo que vale para usted es prácticamente imposible que sirva para su vecino. Entre otras cosas porque la dieta ideal y "médicamente", he ahí la cuestión, aceptable debe ser individualizada y personalizada, el problema debe combatirse bajo control médico. El resto son cuentos que se nos cuentan para hacer caja a nuestra costa y si te he visto no me acuerdo. Suele tratarse de campañas relámpago con el fin de que cuando la Sanidad reaccione, se hayan retirado del mapa después de obtener pingües beneficios.