Ni tanto ni tan calvo. Ni decir que sí a todo, ni pasarse llorando las veinticuatro horas del día. Ni la descarada sumisión de los cargos públicos locales y provinciales a la "autoridad" del Gobierno Central o Autonómico, ni estar llorando permanentemente como lo vienen haciendo Leoncio y Tristón en Cataluña. Ambas actitudes, más pronto que tarde, terminan cansando, y "a más a más" decepcionando, porque las unas y las otras responden a la pasividad más absoluta, al abandono de los propios criterios. En un caso, porque el obedecer sin más, obviando el debate y la defensa de alternativas, además de una posición acomodaticia responde a pasividades sandungueras. Y en el otro caso, porque eso de levantarse por la mañana pensando que el resto del mundo, especialmente tus compatriotas, están pendientes de hacerte alguna pirula -ya que, sin ninguna duda, se habrán confabulado para ello - si no es consecuencia de una paranoia, si puede responder a una inestabilidad emocional, cuanto menos peligrosa.

Tan patético es participar del "sí bwana" -que decían, en suajili, los porteadores africanos a los cazadores occidentales --que no ganar para pañuelos por estar llorando permanentemente, como las desaparecidas plañideras o lamentatrices.

Aquí, en Zamora, hasta ahora, hemos participado de ambos tipos de actitud: la de no atrevernos a levantar la voz "no fuera a ser que", hasta a soltar lagrimas cuando no servía para nada, porque los dueños del pañuelo no te estaban viendo en aquel momento. Ambos tipos de actuación no han servido para nada. Basta mirar alrededor para comprobarlo.

Es pues necesario actuar de otra manera, de quitar las estalactitas milenarias, que impiden que podamos movernos al ritmo que demandan los tiempos. Porque todo el mundo tiene derecho a defender aquello que, en conciencia, cree que le pertenece; aquello que ve cómo va desapareciendo fruto del abandono o del saqueo.

Ejemplos hay para todo. Recuérdese como se nos echó encima la cúpula de la Comunidad Autonómica y hasta el mismísimo alcalde de Valladolid, cuando no hace tanto tiempo la Iglesia decidió trasladar a Zamora --desde Santa María de Valbuena- la sede permanente de Las Edades del Hombre. La reacción de la entonces alcaldesa "dispuesta a convocar movilizaciones" (Ver LA OPINIÓN-EL CORREO de 3/7/2019) fue la de practicar el "si bwana" ante la Comunidad, aunque ella prometiera a los zamoranos "llegar hasta donde hiciera falta", cuando lo que realmente buscaba era aplacar la indignación que se respiraba en la calle. El resultado final fue que los Obispos, como patronos de la Fundación, se la enfundaron y aquí no vinieron ni la sede, ni las edades, ni el hombre.

Parecida reacción ha sido la que ha tenido hace unos días el mismo personaje, ejerciendo de vicepresidenta de la Junta, cuando ha afirmado que los escasos dos millones de euros destinados al desdoblamiento de la N-122 en los PGE para el próximo año, eran suficientes por el momento, cuando, en realidad, ese importe no llega ni para sacar la punta al lápiz del autor del proyecto. Claro que se olvidó que hace nueve años (Ver "La Opinión" de 9/11/2006) su partido, estando en la oposición, denunciaba la necesidad de acometer esa obra de manera urgente.

Es solo un ejemplo. Pero podían ponerse unos cuantos todos los años. No hay nada más fácil que manipular a una población dispuesta a aguantar lo que le echen. A unos ciudadanos en los que hace tiempo prendió la mecha del miedo, y que por mucho que les acerquen el agua, están dispuestos a resistir hasta el último momento.

Ahora tenemos un Ayuntamiento con una composición diferente, regido por gente de otros partidos, con un cabeza de serie peculiar en el conjunto de España. ¿Habrá llegado el momento de levantar la voz, allí, donde más moleste? ¿De llorar solo donde y cuando se haga necesario? ¿De perder el miedo a intentarlo?