Nadie dijo que navegar por el mar de los mercados financieros fuese fácil: ni estando en calma se está libre de peligros. Este mar, del que hago gala a menudo, no está libre de riesgos en ningún momento. Riesgos que, en su mayoría, son explícitos al ahorrador o pequeño inversor. Los cantos de sirena y los tiburones siempre están aunque no se oigan ni se vean.

Desde comienzos del 2015 ya se auguraba un año complicado para los inversores anticipando los acontecimientos que se preveían en el horizonte. El año, sin finalizar, aún no ha dicho (seguro) todo lo que tiene que decir: debe recoger los resultados de varios acontecimientos venideros antes de su finalización. Recordemos que tuvo unos comienzos donde se pulverizaron varios récords de rentabilidad financiera.

Grecia ha dado y dará quebraderos de cabeza a los inversores no porque se haya desencadenado la crisis conocida por todos, sino porque puede ser el telonero de lo que puede ocurrir en otros países de la Eurozona. Si un país abandona la divisa europea será algo nefasto para la cotización de las empresas involucradas por la pérdida de atractivo para los inversores. Tanto la renta variable como la fija serán las víctimas predilectas. Para muestra la Bolsa de Atenas que tuvo que cerrar para evitar pérdidas irracionales y, claro, no lo consiguió: su nueva apertura ha sido nefasta sobre todo para las entidades bancarias.

Las cosas tampoco van demasiado bien en China. En el último año, su Bolsa se ha revalorizado más de un 150% para recientemente sufrir un descalabro equiparable al que sufrió Wall Street en 1929 con la Gran Depresión. Como siempre, los más perjudicados han sido los ahorradores debido a que la explosión de las burbujas no encajan bien en su metodología porque suelen comprar en la cima para luego vender, a la desesperada, en el valle.

Saben que "a perro flaco todo son pulgas". Pues bien, si lo anterior no fuese baladí, ahora nos encontramos con que las materias primas (léase petróleo, por ejemplo) están diciendo que sin permiso de ellas esto no se pone mejor. Sus pérdidas no nos pillan de sorpresa, ya las hemos vivido. En este sentido tenemos risas y lágrimas: las empresas productoras sufren de lo lindo en los mercados mientras que las consumidoras aplauden la bajada de precios con el ahorro que les supone.

¿Y qué decir de la incertidumbre sobre la subida de tipos por parte de la Reserva Federal en Estados Unidos? Pues que ahí está y hay que vivir con ella hasta que suceda. La subida de los tipos implica, de inmediato, una corrección bursátil o al menos eso es lo que dicen los manuales. Y si no se cumple, ya saldrá algún analista al paso indicando los motivos por los que no se ha cumplido la predicción.

Hasta aquí, un pequeño resumen de lo que está aconteciendo. Pero no nos vamos a quedar impertérritos, hay que ser activos. Es cierto, estamos en periodo estival y los mercados se vuelven volátiles entre otros motivos por la falta de actividad, lo que supone fuertes variaciones por el escaso volumen de negociación. Aun así, aunque nos tomemos unas vacaciones, que nos las merecemos, nuestros ahorros no, ellos deben de seguir trabajando para nosotros porque ese es su cometido. No lo tienen fácil, dicho sea de paso.

A los mercados financieros lo que menos les gusta es la incertidumbre, quieren estabilidad (política sobre todo) porque eso supone la falta de sorpresas que casi siempre son desagradables y se cotizan a la baja en nuestros bolsillos. Repasen un poco la historia y verán cómo los cambios que se han producido han perjudicado al minorista. Cierto que al acostumbrarse surge la mejora hasta el siguiente cambio. La economía es liberal. Y como liberal que es, donde hay un perdedor, a su lado, hay un ganador. Esto es inamovible.

Algo habrá qué hacer. No es fácil. Comprar en mínimos y vender en máximos es la meta que todos queremos conseguir pero no todos llegamos y prueba de ello es que siempre quedan cadáveres, y muchos, por el camino. La inversión en los mercados financieros con el fin de rentabilizar nuestros ahorros está pensada para aquellos que aspiran a poder lograr unas plusvalías asumiendo altibajos en su inversión o incluso pérdidas. Cuando los mercados están revueltos hay que mantener la calma pues al perderla se vende con el pánico y las minusvalías están aseguradas. Los mercados suelen sobrerreaccionar a los acontecimientos en los días de pánico y de euforia para posteriormente corregir los excesos en el futuro. No debemos dejarnos llevar por la corriente en estos casos. Hay un dicho bursátil que dice que "en época de tormentas no es conveniente tender la colada" y es totalmente cierto, debemos aplicarlo en todo su rigor.

Los consejos, en estos casos, son los de siempre, está todo inventado. Refugiarse en la renta fija no es la solución a tenor de que los tipos de interés rondan el cero absoluto y en algún caso están en negativo. Para obtener algo de rentabilidad hay que exponerse mucho al mercado aceptando posiciones de largo plazo y emitidas por emisores poco solventes, lo que supone un aumento del riesgo innecesario. Los conservadores pueden en cambio refugiarse en valores más defensivos cuyo comportamiento es mejor que el resto.

La diversificación también es una buena estrategia para reducir el riesgo. En estos casos me atrevo a recomendar los fondos de inversión por cumplir con este cometido de una forma eficaz. Ya sé que no todos cumplen con su cometido, pero una buena formación junto a una adecuada información serán las causantes del éxito. Nadie compra un bien mueble o inmueble sin antes haberlo estudiado y meditado.

Siempre he mantenido que el éxito se obtiene al dejar correr las ganancias y cortar las pérdidas. Atendiendo a ello, se deben establecer objetivos para ir deshaciendo las posiciones en los diferentes valores según vayan variando las circunstancias iniciales que nos incitaron a decidir la inversión.

No quiero finalizar sin recordar que incluso en los años históricos por sus alzas han tenido en algún momento su debilidad. ¿Eso es malo? No. Ha permitido que los inversores más rezagados hayan tenido también su oportunidad al entrar en la corrección.