Cómo me gustaría que Zamora fuera una ciudad limpia, cosa que depende mucho de los ciudadanos, y hermosa, urbanística y arquitectónicamente perfecta y no ese desaguisado, incoherente y de mal gusto que en realidad es. Cómo me gustaría que estuviera plagada de pequeños pulmones verdes, de parques y jardines sembrados de rosas de suaves fragancias y muchas, muchas fuentes musicales, con aguas de colores y formas mil que convirtieran a la ciudad en un referente. ¡Cómo me gustaría! Pero, la realidad se impone y tenemos lo que tenemos. Una ciudad no muy agraciada, llena de pintadas, con escasos parterres y, una o a lo sumo dos fuentes.

Por cierto, resulta curioso ver a algunas señoras y señores con un pequeño instrumento de jardinería en mano y a plena luz del día, desenterrando los geranios y las petunias recién plantadas por los jardineros del pertinente servicio de parques y jardines, seguro que para trasplantarlas en las macetas del balcón de casa o del alféizar de la ventana. La mezquindad y la rapacidad de algunas personas les lleva incluso a eso, a levantar de cuajo las flores recién plantadas en los jardines de la Avenida.

Hablando de fuentes, es una pena lo que pasa con la fuente de La Marina que arrastra desde su construcción un problema de filtraciones que la ha convertido en un coladero de dinero municipal, es decir, de dinero de todos. No es que la fuente sea una maravilla, que no lo es, pero cuando le soltaban los chorritos tenía su aquel. Además, cuando el equipo de nuestros amores se ha llevado la Liga, la Copa o el trofeo que haya sido, casi todos los forofos nos hemos mojado o nos han mojado con sus aguas. Es como un ritual que puede ser historia.

Da pena verla apagada y sin vida. Como esperando la mano que pueda devolverle la vida o lo que es igual el agua perdida que solía acabar, vía filtración, en el parking con los consiguientes desperfectos e incomodidades. Pero, ¡coñe!, tiene razón el alcalde, no se puede seguir metiendo dinero en esa especie de hucha sin fondo para la que no se ha encontrado solución. Zamora y los zamoranos tienen otras prioridades. Zamora y los zamoranos esperan soluciones a otros muchos problemas de más calado, sobre todo los que afectan a los bolsillos económicamente débiles que, digan lo que digan, son todavía muchos.

Pues claro que a todos nos gustaría vivir en una ciudad bonita que pudiera presumir de su encanto, más allá del románico, de la gastronomía y de la Semana Santa, no sé si por ese orden. Zamora, la única ciudad del mundo que en la entraña de su nombre lleva escrita la palabra AMOR, debería ofrecer a propios y extraños mejor aspecto del que ofrece actualmente, aspecto al que debemos contribuir todos los zamoranos. Estoy segura de que necesita más jardines y fuentes. Pero, vuelvo a decir, tiene razón el alcalde con respecto a la única de la que podemos blasonar, pero en voz baja. Zamora no está para tirar por un desagüe el dinero de los zamoranos. En eso hay que alabar el sentido común del regidor.