Que si no gobierna se marcha, es la impresión contrastada entre quienes lo conocen mejor, aunque sea un personaje poco comunicativo. Artur Mas juega su partida sabiendo que lo fuerza todo para obtener un sueño, o bien para cumplir una promesa: el sueño de la independencia o, al menos, la promesa de haber convocado una elección "plebiscitaria" para conseguirla. No hubo plebiscito como tal, aunque lo intentó, y de ahí su empeño en llamar "plebiscitarias" a estas elecciones autonómicas. Si con su lista conglomerada no logra las condiciones para abrir la puerta del proceso independentista "habrá que esperar un tiempo", como él mismo ha deslizado, pero dejará la dirección política y dará paso a otros. "Con todo, Mas es el que tiene cabeza, así que ni nos imaginamos ese proceso liderado por Oriol Junqueras", comenta un alto directivo bancario en Barcelona, convencido también de que Mas se irá si no gana, porque está muy agotado.

Ya no se pueden forzar más las cosas: meter en una misma lista a fuerzas tan dispares como Convergencia y Esquerra Republicana parecía algo imposible pero se ha hecho; forzar la legalidad en cada decisión es arriesgado pero también se ha afrontado; poner a TV3 al servicio de ese proyecto, con peligro de desprestigiar a sus profesionales, como ellos mismos denuncian, también. El Sindicato de Periodistas en la televisión pública catalana se ha quejado con un argumento de cajón: "El primer significado de la palabra independencia debe ser referido a la independencia de los propios medios de la corporación pública". Rechaza el sindicato que se calificara en pantalla a Oriol Junqueras como "líder de la oposición" cuando forma parte de la misma candidatura que Mas y de que solo se les entrevistara a ellos dos. Ni rastro el día de la convocatoria electoral de la oposición real en cualquiera de sus seis versiones: PP, Ciudadanos, Unió -que ya ha dicho que no votará la investidura de Mas- socialistas, las CUP -independentistas pero que tampoco le votarán- y la nueva candidatura Iniciativa-Podemos.

Seis candidaturas supone mucha fragmentación y, por tanto, menos posibilidades de alcanzar los escaños suficientes. La lista conglomerada, sin embargo, se beneficiará del efecto concentración y no desperdiciará votos. Altas posibilidades de ganar. Pero si no gana, la frustración y la desbandada están garantizadas. Y quizás Junqueras tenga que responder internamente en Esquerra de la ocurrencia de prestarse al experimento con un partido como Convergencia, con un largo historial de casos judiciales por presunta corrupción, con la familia de su fundador, Jordi Pujol, en cabeza.

Pero les puede salir bien a menos que la participación lo impida. Un sondeo electoral que maneja Societat Civil Catalana resume esta tensa partida política en la afluencia a votar en el área metropolitana de Barcelona, normalmente de escasa participación en comicios autonómicos. Si se repite a la baja, gana Mas. Si se acude a votar, se archiva el caso. De momento, porque el problema sigue ahí. Y no hacer nada desde el gobierno de Madrid limitándose a leer los artículos de la ley en vez de hacer política, o aprobando a ultima hora una amplia partida presupuestaria, cuando la opinión en contra ya está asentada, eternizará el problema.

A cincuenta días de la jornada electoral, la tensión crece y algunas voces discrepantes con el proceso independentista se dejan oír, entre ellos algunos periodistas, algunos profesores y muy pocos empresarios, la mayoría acosados después en redes sociales sin tregua. El cese de esa hostilidad es lo que pedía el director de El Periódico, Enric Hernández en su artículo "No nos señaléis". La realidad en Cataluña, en esta etapa especialmente, es la diferencia entre la opinión publicada y la que se mantiene en privado. La posición proindependentista está legitimada por la institución que preside Mas, algunos medios y un clamor de un tercio de la población, aproximadamente, si nos atenemos a los resultados del 9-N, que se expresa con virulencia en redes sociales. Los partidarios de no romper con España, ni con Europa, se intercambian -entre ellos y entre los indecisos- artículos, estudios y opiniones que pueden llevar a la creencia de que hay un voto oculto importante. Es posible, pero no es seguro que logre movilizarse. Y Mas ya ha aceptado que con solo un diputado por encima de lo necesario, el proceso no se detendrá. Juega fuerte quizás en su última partida: o le dan la confianza o se marcha. Las urnas decidirán.