Si algo puede decirse del exministro griego de Finanzas Yanis Varoufakis es que no deja a nadie indiferente. Hay quienes -especialmente las mujeres- destacan la energía sexual que transmite su físico. Otros le consideran un petulante, un frívolo, un charlatán o incluso un ingenuo.

Y están quienes por el contrario le defienden como un político comprometido y totalmente coherente con sus principios de izquierda frente al cinismo de muchos de sus colegas y el único además que, con todos los vientos en contra, se ha atrevido a plantarle cara a la UE.

Desde su dimisión, Varoufakis no ha perdido ocasión de hablar a los medios y ofrecer a la opinión pública su versión de lo que ocurre entre bastidores en la Unión Europea, y si hemos de creerle, no hay demasiadas razones para el optimismo.

Puede ser la suya una versión parcial e inevitablemente interesada, pero uno no puede evitar pensar que, por mucho que haya podido fantasear el profesor de Economía y hoy solo diputado de Syriza, hay mucho de verdad en lo que revela sobre el funcionamiento interno de los consejos de la UE.

Por ejemplo, cuando dice que, al comunicarles a sus colegas la decisión del Gobierno de Atenas de convocar un referéndum sobre las condiciones del rescate propuesto por la UE, uno de los reunidos le expresó su asombro y le dijo: "Yanis, no puedo creerme que vayas a consultar al pueblo griego sobre una cuestión tan complicada".

En ese momento, Varoufakis pensó que eso era "acabar con la democracia" porque el derecho a que el pueblo sea corresponsable de las decisiones del Gobierno no puede depender, en su opinión, de "lo listo que sea el ciudadano o lo bien informado que esté".

Para su principal contrincante en las negociaciones con la UE, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, unas elecciones no cambian nada porque no pueden abrogar acuerdos previamente aceptados por un Gobierno.

Varoufakis responde que es un buen argumento, pero si se acepta, habría que suspender la convocatoria de nuevas elecciones hasta que el país devuelva lo que debe y dejar entonces gobernar a los tecnócratas de Bruselas. "Pero se impone entonces la pregunta de si es esa la Europa que queremos".

O como declaró, por su parte, a la prensa francesa el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, cuatro días después de las elecciones griegas que dieron el triunfo a la izquierda: "No puede haber elección democrática en contra de los tratados europeos". Lo que Varoufakis interpreta con razón como un aviso a otros navegantes del Mediterráneo.

Para el exministro griego, es en cualquier caso "muy triste" lo sucedido en la ronda negociadora de su Gobierno con la UE. Y pone como ejemplo el hecho de que el presidente del eurogrupo, el socialdemócrata holandés Jeroen Dijsselbloem, emitió una declaración final a la que Varoufakis no había dado su aprobación.

En ese momento, Dijsselbloem convocó una reunión a la que invitó a todos los ministros de Finanzas de la eurozona menos a él (Varoufakis), y este le preguntó: "Jeroen, ¿tienes derecho a ello? Los griegos seguimos siendo miembros de la eurozona".

Varoufakis quería saber con qué derecho le excluían, lo cual provocó, según su versión, el pánico entre los otros. Se interrumpió la sesión y todo el mundo se puso a telefonear. En ese momento apareció un funcionario que dijo que "desde el punto de vista estrictamente jurídico" no existía el eurogrupo.

Se trataba de "una reunión informal" y el presidente (Dijsselbloem) podía tomar la decisión de excluir a alguien. "La unión monetaria está gobernada por un gremio opaco, que no rinde cuentas a nadie y cuyas sesiones no se hacen constar en acta. En mi opinión es un ataque a la democracia", critica el político griego.

En su primera sesión en Bruselas, según cuenta también Varoufakis, este les dijo a sus nuevos colegas que su Gobierno tenía una solución para resolver el problema de la deuda del país y que les enviaría a todos un correo electrónico con los detalles correspondientes.

Pero "unos tecnócratas de Bruselas nos explicaron que no podíamos intercambiar correos electrónicos porque en algunos países, Alemania entre ellos, esos correos tendrían que presentarse al respectivo Parlamento, con lo que terminaría enterándose la opinión pública".

Durante aquella reunión, "los representantes de los pequeños países (del Eurogrupo) miraban continuamente a Schäuble para saber cómo reaccionar: si debían hablar o callarse".

Una de las cosas que le han reprochado al nuevo Gobierno de Syriza es que no tomara desde el primer momento medidas contra los multimillonarios griegos, que no pagan prácticamente impuestos.

Pero Varoufakis lo explica así: "El dinero de los ricos ha huido de Grecia. Está en Frankfurt, en Londres, en Lausana, en Nueva York. Y para acceder al mismo necesitamos una información detallada de las cuentas. Pero no pude obtener esa información de los otros socios. Además, yo estaba ocupado en negociar las veinticuatro horas del día para evitar la quiebra del país". Vale perfectamente como coartada.