Después de amagar algunas veces con entrar en política, Donald Trump ha dado el paso decisivo presentándose a las elecciones primarias del Partido Republicano, la derecha de Estados Unidos, para ser elegido candidato a las presidenciales de noviembre del año próximo, en las que se da por sentado que la candidata del Partido Demócrata, el centroizquierda más o menos, será Hillary Clinton, que ya de entrada y con tanto margen por delante aparece como ganadora y primera mujer que accedería la presidencia del país más poderoso de la tierra.

A Trump, de 69 años, se le conoce más que otra cosa porque fue protagonista de un sonado divorcio con su primera esposa, Ivana, que se considera el más caro de la historia. Puede permitírselo porque es multimillonario, con 4.100 millones de dólares, según tiene publicado Forbes. Dueño de un inmenso imperio principalmente inmobiliario aunque se extiende a todos los sectores, el ahora candidato a ser candidato ha escrito también libros de autoayuda para ganar dinero y ha presentado un programa en una cadena de televisión, al estilo de lo que hizo décadas atrás el difunto Gil en su Marbella, con la colaboración de Telecinco, que ya empezaba entonces a oler que apestaba.

No era tenido Trump, a quien se describe como altivo y prepotente, por un hombre que fuese derramando, precisamente, simpatía o empatía entre la gente. Desde el partido conservador se contemplaba con cierto recelo su concurrencia a las primarias. Pero tampoco se esperaba que ya en la presentación de su candidatura hiciese temblar los cimientos sociales al arremeter contra los inmigrantes ilegales y anunciar que si llega a ser presidente construiría un muro que además haría pagar al Gobierno de México para que separase este país del suyo, de Estados Unidos. Eso, entre otras cosas, pues presume y lo dice de ser incorrectamente político, de decir lo que piensa, que cree firmemente que es lo que la mayoría piensa pero no se atreve a comentar, al menos en voz alta.

Escándalo provocaron a muchos niveles estas declaraciones, pero ya al día siguiente le situaban las encuestas como el gran favorito de la ciudadanía de derechas, para quien pasaba a ser una especie de ídolo o de fenómeno, y al que se valoraba muy por encima del siguiente candidato preferido, Joe Bush, otro miembro del clan, hijo y hermano de presidentes anteriores. En este ambiente, tuvo lugar la semana pasada un debate televisado entre quienes se presentan a las primarias republicanas y de nuevo Trump volvió a convertirse en protagonista total, haciendo casi invisibles a los demás, con sus radicales propuestas. Pero a pesar de ese apoyo en las encuestas y su popularidad, el voto hispano resulta muy importante y casi decisivo en Estados Unidos. Mala cosa para los conservadores. Y si pierde las primarias y se presenta por su cuenta, malo igualmente, por la división que generaría en su electorado. Clinton sigue siendo la gran favorita. Habrá que ver qué pasa mucho antes en Cataluña, donde el PP se estrena con Albiol, que no es multimillonario, pero que parece tener puntos de semejanza con Trump.