Peor que la económica, peor que la crisis de valores es la crisis que se vive en aguas del Mediterráneo donde, en lo que va de año, cerca de 200.000 inmigrantes han sido rescatados en alta mar tratando de llegar a Europa. Las costas de Italia, Grecia y España son los principales destinos de estos argonautas del siglo XXI que vienen en busca del inexistente vellocino de oro, en busca de una vida mejor en unos casos, y en otros en busca de la paz y la concordia que no encuentran en sus países de origen donde la guerra se ha adueñado de vidas y haciendas.

Eso, los que llegan, los que logran arribar o ser rescatados por la Guardia Costera, pero otros muchos son engullidos por el mar, otros muchos, demasiados, no llegan. La sed, el hambre, la enfermedad, la mar picada y violenta y la precariedad de las pateras y barcazas en las que inician la aventura de alcanzar un horizonte nuevo, un horizonte de esperanza, de libertad y de bienestar son determinantes. A lo largo de estos seis primeros meses del año cerca de 2.000 inmigrantes han perdido la vida en aguas del Mediterráneo, en la que ha sido considerada, en opinión de los expertos, la peor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial.

Un nuevo "frente" se ha abierto para esta marea humana que ha elegido la vieja Europa como destino: Calais. El Eurotúnel les separa del Reino Unido donde muchos tienen puesta la meta y donde las autoridades británicas no están dispuestas a "sufrir" la avalancha humana que soporta por ejemplo Italia. Gran Bretaña y Francia piden ayuda y respuestas a la UE. Las mismas que sistemáticamente han venido negando a Italia, Grecia y España. Controlar la ruta migratoria entre África y Europa no es tarea fácil. El problema parece habérsele atragantado a los estados miembros cuya implicación es sumamente pobre y decepcionante.

Lo que muchos dirigentes se preguntan ante el enorme flujo migratorio que soporta Europa es: y luego ¿qué? La pregunta del millón. A lo mejor tendrían que hacer lo que ha hecho Martin Patzelt, legislador y miembro de la Unión Demócrata Cristiana, el partido de la canciller Angela Merkel, que ha querido dar ejemplo y ha acogido en su casa durante un mes a dos inmigrantes eritreos con el firme propósito de ayudarles a encontrar trabajo, lo que incluye clases intensivas de alemán. La idea es exportable, solo que los políticos en general prefieren seguir discutiendo la cuestión en lugar de aportar soluciones. Las soluciones son cosa de los otros.

Y, mientras, el mare que antes era nostrum se está convirtiendo en una enorme fosa común donde van a parar los nuevos argonautas, los que no han logrado hacer realidad su sueño. Quizá porque, desgraciadamente, cuántas veces, los sueños, sueños son.