Rajoy, el Gobierno y, por añadidura, el PP llevan varios meses intentando mejorar una imagen muy deteriorada por recortes, merma de derechos y, sobre todo, una corrupción que tiene bastantes denominaciones (Gürtel, Púnica, caja B, sobresueldos) y muchos nombres propios: Bárcenas, Granados, Rato, Carlos Fabra, Jaume Matas y demás compañeros mártires. Suele ocurrir (le pasó asimismo al PSOE) que los que mandan atribuyen su bajada de popularidad al archiconocido "no sabemos comunicar; fallamos ahí", como si lo importante fuera el cómo y no el qué. Oiga, si lo que usted hace es negativo, por mucho que lo cuente bien no cambiará su perversidad, o su daño, o su mala repercusión. Pero, claro, estamos en una sociedad donde cada vez pesa más la fachada, la cáscara, que el interior, el núcleo, la esencia. Envuelves basura en papel de colorines, haces una buena campaña publicitaria y a vivir, que son dos días. En cambio, vas con la verdad desnuda por delante, la cantas, eres políticamente incorrecto y lo más probable es que te estrelles. Ya lo decía hace años, en plena discusión, uno de mi pueblo: "Tiene usted razón, pero va a la cárcel".

En esas estábamos, cuando don Mariano pasó del plasma a la realidad tangible. No solo cambió los rostros visibles del PP (Maíllo, Casado, Andrea Levy), sino que hasta él mismo se hizo corpóreo. Esta transfiguración casi sobrenatural alcanzó su máxima dimensión el viernes 31 de julio cuando el presidente del Gobierno compareció ante la prensa para hacer balance de legislatura, anunciar novedades (todas buenas, naturalmente) y someterse a una larga batería de preguntas en la que el principal protagonismo fue -¿lo adivinan? sí, hombre, sí, centralistas-explotadores-, Ca-ta-lu-ña. Escuchaba uno a don Mariano y se le caía la baba. Jauja, Canaán, El Dorado, la isla de San Borondón y otros legendarios paraísos terrenales eran filfa comparados con lo que es la España de Rajoy y, especialmente, con lo que será si él continúa gobernando. La estrategia comunicativa estaba clara: ZP nos dejó un desastre, hemos remontado a base de esfuerzos y sacrificios y lo seguiremos haciendo? si el PP mantiene el poder y yo no abandono La Moncloa. O yo o el caos. Vale. Como mejora de imagen no está mal, especialmente si lo bendice Arriola, el gurú que hace y deshace y marca tácticas, planes y actuaciones.

Todo estaba tan bien estudiado que a alguien (me imagino que, además, bien pagado) se le olvidó un pequeño detalle: en política, sobre todo si se gobierna, influye más un error que 99 aciertos. Y, de cara a la imagen, qué error, qué inmenso error, que dijo de la Cierva cuando el nombramiento de Adolfo Suárez y luego acabó de ministro de la UCD. ¿Cómo es posible que nadie de los asesores de Rajoy se diera cuenta de que la designación, ese mismo día, de José Ignacio Wert como embajador ante la OCDE en París era un frenazo con marcha atrás en la citada mejora de imagen?, ¿o sí se dieron cuenta, pero quien manda, manda?, ¿o les importa tres pitos una cacicada más?

Veamos: en un país con millones de parados, con tantas familias sin ingresos, con sueldos cortos, empleos precarios y muchas escaseces, va el Consejo de Ministros y manda a uno de los puestos más codiciados a un exministro polémico y malísimamente mal valorado. Y no lo manda a un cargo cualquiera, no, sino a uno con diez mil euros de sueldo mensual, gastos de representación, piso de 500 metros cuadrados y 11.000 euros al mes de alquiler en la mejor zona de París, coche oficial, chófer y dos personas más a su servicio. Y tampoco va a una ciudad cualquiera, sino a París, donde, ¡oh, casualidad!, reside desde hace unos meses su reciente esposa, Montserrat Gomendio, designada directora general adjunta de Educación de la OCDE, también con un sueldazo.

Dicen que don Wert le había pedido a Rajoy que le cesara de ministro y le nombrara "algo" en París, más que nada para estar, como es normal, al lado de su señora. Dicho y hecho. Don Mariano hace lo que sea para que los españoles podamos conciliar la vida laboral con la familiar. Para que luego se quejen los sindicatos y esos asalariados que por 700 euros tienen que ver a mujer, o esposo, e hijos por Internet si quieren conservar el curro. Así que don José Ignacio, sociólogo él, ya puede escribir un tratado sobre conciliación de ambas vidas sin merma de salud ni de ingresos.

Por si alguien lo ignora, OCDE es la sigla de Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Desde hace unos días, ha cambiado la frase: Otra Cacicada de España (OCDE). Olé la WERTgüenza torera.