No aprovechar la experiencia ajena puede acarrear actitudes equivocadas. Hablando de democracia, habría que tener en cuenta lo que ocurre en países con democracias seculares y los resultados de su práctica. Estoy pensando en los Estados Unidos de América, que nacieron en democracia, en Inglaterra (hoy Reino Unido) que practica la democracia, razonable como lo prueban acontecimientos recientes; y Francia, que casi acierta.

En esos grandes países los litigios electorales se establecen entre dos grandes partidos, liberales y conservadores o demócratas y republicanos, según el gusto en la denominación. Esos partidos van ejerciendo el poder, según el pueblo estima el resultado: si el partido gobernante consigue un resultado positivo, suele conseguir prórroga en ejercicio del mismo; si el resultado no ha sido favorable, se produce una alternancia pacífica y sometida al examen riguroso, que ya se dio antes. Y, si es necesario, se analizan las consecuencias de un cambio para evitar equivocaciones irreflexivas. Ha sido el caso de la Gran Bretaña en las últimas elecciones: las encuestas -esos análisis, solo en parte fieles indicativos- venían cantando de manera casi certera un cambio de gobierno; y, contra todo pronóstico, llegado el momento de tomar decisión en las urnas, el pueblo decidió con su voto que siguieran los mismos. El caso contrario se nos ha dado en Grecia donde se había decidido el cambio en el tiempo preelectoral, el pueblo siguió esa tendencia y el resultado ha sido un gobierno que, después del tiempo transcurrido, no ha sido capaz de normalizar la situación y conseguir una estabilidad aceptable.

"Los británicos y estadounidenses consiguen la continuidad o una alternancia pacífica admirables; los griegos sufren las consecuencias -todavía sin definir- de su actitud precipitada ante la situación grave que los oprime. Los españoles, por ahora, no vemos consecuencias derivadas de elecciones generales; pero sí tenemos a la vista las consecuencias que han seguido a las municipales y autonómicas. Se ha hablado mucho (se ha escrito y se ha publicado en televisión) de los grandes males del bipartidismo. Se ha definido como un gran perjuicio para la nación la existencia de populares y socialistas como dos grandes partidos que se han turnado en la gobernación de España. Muy en consonancia con el espíritu imaginativo español, contra tal perjuicio declarado, se han creado unos partidos minoritarios, que -posiblemente- han significado opiniones parcialmente intermedias y han logrado que disminuyan los votantes de los dos partidos mayoritarios tradicionales.

Muchos ciudadanos españoles experimentan que su voto ha sido manipulado y sobre él se ha erigido una corporación municipal o autonómica que no responde por completo a su voluntad. Utilizando la denominación hoy obsoleta, se han establecido gobiernos -municipales o comunitarios- de "derechas" o de "izquierdas" basándose en votos de quienes no querían ser encasillados en tales apelativos. ¿Acaso no es mejor el bipartidismo?

Hemos sufrido una enorme confusión en el momento actual para formar gobiernos; y, también, una tergiversación de la voluntad de quienes han votado a tales partidos "pequeños" y ven cómo su voto va a favor de otras voluntades. Han perjudicado a unos partidos y no han conseguido esa minuciosa democracia que pretendían. ¡Cuánto mejor sería que -por Ley, señores parlamentarios- asumiera el poder el candidato del partido más votado y se las ingeniara para conseguir acuerdos al tomar determinadas decisiones!