El Ministerio de Fomento nos ha mandado a freír churros. Es un decir, ya que tal decisión no hace sino formar parte del ancestral hacer de las instituciones -en este caso del Gobierno central- sobre los temas que atañen a Zamora. Es una muestra más del poco interés que existe en las alturas para echar una mano a esta ciudad, para ayudarla a salir de la parálisis que sufre desde hace unas cuantos lustros; es otra señal que no anima demasiado a arrimar el hombro y tratar de convencer a la gente para que mire la luz desde la sombra. Es, ni más ni menos, lo de siempre, aunque esta vez le hayan dado con la puerta en las narices, además de a la ciudad, a la mismísima vicepresidenta de Castilla y León, que fue quien hizo la petición, y al mismísimo número tres del partido del Gobierno que, como presidente provincial, seguramente la avalaría. Resulta que ambos, juntos y en unión, o separados y en desunión, hicieron una petición formal solicitando el 1,5% cultural para tratar de conservar dos joyas del patrimonio zamorano: el puente medieval (s. XII), cuya custodia debería corresponder al Gobierno de la nación, y el centenario edificio del Mercado de Abastos. Pero el Ministerio -dirigido por una zamorana, aunque ella no suela decirlo en público- ha dijo que "andana", que mejor adjudicárselo a otras ciudades, porque aquí, al fin y al cabo no va a quedar nadie dentro de unos años para poder disfrutarlo.

No se han hecho públicos los términos en los que se llegó a hacer tal solicitud, ni los informes que la acompañaron, pero se supone que el expediente estaría lo suficientemente documentado como para que la petición hubiera merecido ser atendida de otra manera. A no ser que, al igual que ocurriera en tiempos pretéritos -o pluscuamperfectos de subjuntivo, vaya usted a saber- le faltara al expediente alguna póliza o timbre móvil, o algún otro absurdo trámite burocrático de aquellos que había que pasar para que las cosas llegaran a sustanciarse. El incumplimiento de aquellos decimonónicos convencionalismos podía llevar a que se fueran o no al traste intereses importantes para los ciudadanos: lo mismo podía ser la matrícula para poder estudiar en el instituto, que la inscripción de un recién nacido o la escritura de propiedad del huerto del abuelo.

Pero el hecho es que, en los tiempos que vivimos, la citada petición del 1,5% no habrá estado necesitada de pólizas ni de timbres móviles, y que lo solicitado no ofrecía ningún desasosiego, porque era para bien de la ciudad de Zamora y no para ganar votos. Por tanto, hay que dar por hecho que nada habrá tenido que ver la nueva composición que las urnas han querido dar al Ayuntamiento, como ha parecido insinuar el actual alcalde. De todas formas, no estaría de más conocer, de primera mano, la opinión de quienes solicitaron tal ayuda -alcaldesa Valdeón y presidente Maíllo- a quienes se supone no les habrá sentado nada bien este corte de mangas que han recibido. Dado que ambos están en condiciones de disponer de información de primera mano, debido a la relevancia de sus actuales cargos, y a que aún no se le habrán debilitado los sentimientos, deberían hacer saber a sus paisanos las causas del fracaso de su propuesta, haciendo gala de esa política de transparencia que ahora tanto parece llevarse. A ser posible, antes que la lejanía del tiempo borre los recuerdos o que los llegue a difuminar la pátina de la memoria. Más que nada por no volver a caer en los mismos errores -si es que los ha llegado a haber- o por no perder el tiempo pidiendo cosas imposibles; aunque claro, nadie está exento de poder acogerse a aquello de negarse a sí mismo, como hiciera Simón Pedro con Jesús de Nazaret.