P alos de Moguer en Huelva celebra este mes sus Fiestas Colombinas, así denominadas desde la segunda mitad del siglo XIX, sencilla y llanamente como recuerdo de aquella mítica partida en agosto de 1492 de las tres carabelas, que salieron camino de lo desconocido ondeando el pendón de Castilla.

Magnífica lección la que nos dan cada año las tierras de Huelva. Nos recuerdan que Palos y la Rábida forman parte de los grandes pilares de los comienzos de lo que fue la España moderna. Es de justicia reconocer también las enseñas que adornaban los barcos que hicieron posible la colonización de América: el pendón de Castilla y la bandera de Portugal.

Para nosotros, quienes vivimos en Castilla y León, supone un claro reconocimiento y es de agradecer que las Fiestas Colombinas hayan sido reconocidas de interés turístico nacional.

Por el contrario, a quienes moramos en esta tierra nos da un poco de pena que a la hora de elegir nuestra fiesta más significativa se hiciera de una lucha cerril, muy frecuente en un momento de cambios importantes. Y, sin embargo, ignoráramos un acontecimiento trascendental para la historia de la humanidad. Y me estoy refiriendo al famoso reparto del mundo en el Palacio de Tordesillas entre Castilla y Portugal. Fue un momento histórico de gran proyección que, sin embargo, nunca se ha valorado en su justa medida.

Al celebrarse las Fiestas Colombinas, que sentimos como nuestras desde la distancia, sentimos una gran pena por no haber sabido apreciar el acontecimiento ocurrido en Tordesillas. Honor y gloria a ese pendón de Castilla y a esa bandera de Portugal que siguen presentes en las fiestas colombinas con las que me siento plenamente integrado.