Escribo este artículo desde la más profunda decepción. Finalmente el famoso referéndum griego fue pura y simple parafernalia, un amago de ejercicio de la soberanía popular para ensimismar al pueblo mientras el primer ministro, Alexis Tsipras preparaba la cesión definitiva ante la Troika.

Es evidente que mantener una postura crítica con la política de la UE no resultaría gratuita pero la bajada de pantalones del Gobierno de Grecia excede a lo aceptable. Fue tremendamente sospechoso que tras el referéndum, la primera víctima de su resultado no fueran las propias instituciones comunitarias sino el que ya es exministro Yanis Varoufakis, un hombre cuya dignidad y patriotismo será siempre recordado por los que ha tiempo militamos en el trasversal campo del euroescepticismo. La dimisión de Varoufakis, sin duda exigida por el primer ministro y su sustitución por un miembro del ala moderada de la coalición gobernante, no podían presagiar nada nuevo.

Ni los veinte puntos de ventaja del "oxi" (no) sobre el "nai" (sí) ni la valiente y digna respuesta de la mayoría del pueblo griego han servido para romper con la Troika y buscar en las BRICS otra área económica y financiera al margen de la eurozona. Grecia sigue condenada por una deuda perpetuada por unos intereses que obligan a continuos rescates y cuyas cuantías, como han señalado los Nobel de Economía Stiglitz y Krugman, van en su más abrumadora mayoría al pozo sin fondo de la banca (alemana y francesa, principalmente) frente a unos montos ridículos que apenas llegan para hacer frente al desastre social que aquel país sufre. Grecia seguirá sacrificando a sus hijos arrojándolos al Taigeto del euro. Christine Lagarde estará exultante.

Tsipras recortará más de lo exigido por los augures de la catástrofe, que ya resultaba inaceptable, y subirá el IVA bajando las pensiones (único pilar del modelo del bienestar griego) condenado pues a más deuda por el nuevo rescate y más pobreza.

Tras sacrificar al patriota Varoufakis, el primer ministro heleno ha convertido a Syriza en un remake del bipartidismo Nueva Democracia-Pasok, a fin de satisfacer a la deudocracia impuesta por ese entramado llamado Troika. Tsipras ha sumado su coalición a la casta política griega. Esto lleva a dos lecturas. En clave griega, al alargar el eurodesastre y ampliar el círculo vicioso de la deuda, Tsipras suma su coalición a la lista desprestigiada de partidos políticos fracasados y responsables de la tragedia helena dejando como únicas alternativas al euro y a la Troika a los marxistas-leninistas del KKE que defienden el abandono del euro, de la UE y de la OTAN, sentando las bases para que Grecia se convierta en algo parecido a la Albania de Emer Hodja y, por otra parte, la otra alternativa son los neofascistas de Aurora Dorada, que aspira a la reedición del régimen del general Metaxas. El "oxi" convertido en "nai" de Tsipras y del desprestigio de Syriza que crecerá a medida que se prolongue la euro-agonía, dejará a los griegos en manos de un extremo u otro, pues en medio no hay nada que se atreva a romper con la Troika. Negro lo tienen, sin duda.

Por otro lado, en clave española, perdamos toda esperanza. Ni Podemos ni las nuevas plataformas que pretenden emular las candidaturas populares de Barcelona o Madrid, con una formación a nivel nacional harán cosas distintas a las realizadas antes y ahora por PSOE y PP pues, si estos nuevos partidos y plataformas aspiran a ser Syriza frente al Pasok y la Nueva Democracia de España, y Syriza actúa ya como el viejo bipartidismo griego, ¿qué garantías tenemos de que aquí las cosas serán de otra manera?

Tsipras, sin quererlo seguramente, ha reforzado a Mariano Rajoy. Los españoles eurocríticos no tenemos opción por la que votar. Tanto misterio para nada. Syriza ha reforzado al bipartidismo en nuestro país, la alternativa a Rajoy no es una candidatura autocrítica sino Pedro Sánchez, lo cual hará que sigamos como estamos. También el "oxi" se convertirá en "nai" en España, aunque gobernara Podemos, las "confluencias" o ambas.

Fran Vázquez Vega (Zamora)