De unos y de otros vamos bien servidos en Zamora. Los primeros se ensañan con el mobiliario urbano y con fachadas, paredes y muros de todo tipo, incluidos los seculares, donde dejan una huella imborrable. Ni el mejor líquido "quita pintadas" es capaz de acabar con esos trazos que de artísticos no tienen nada. Porque una cosa es lo que hacen los pintamonas y otra muy distinta lo que hacen los grafiteros. El grafiti es arte urbano. Murales hay en la ciudad, los menos, que llaman la atención de los viandantes y que constituyen auténticas obras de arte. Podrían incluso promocionarse por parte del Ayuntamiento creando espacios para que estos artistas puedan desarrollar su talento.

Otra cosa es lo que hacen todos aquellos que se dedican a embadurnar la ciudad. Lo vienen consiguiendo desde hace años dejando a la pobre Zamora hecha un asco. Da rabia comprobar que nunca los pillan. Y lo peor, que los vecinos que los ven "spray" en ristre son incapaces de mover el dedo que sirve para marcar el número de la Policía. Un poco más de colaboración ciudadana y complicidad vecinal no vendría mal para tratar de acabar con esta situación inacabable que, francamente y nunca mejor dicho, pinta mal.

Nada bueno se obtiene de la incivilidad de los "pintamonas", pero mucho peor es que los ladrones se salgan constantemente con la suya en lo privado y en lo público. En lo privado, accediendo a la intimidad de los domicilios privados a los que no se conforman con expoliar, acaban causando destrozos irreparables. En lo público porque se llevan de la calle todo lo que sea susceptible de ser vendido por un puñado de euros. A las cinco tapas de alcantarilla sustraídas en la barrio de San Frontis le remito. Mal, el robo de un objeto que, previamente, los vecinos sufragamos con nuestros impuestos, lo peor es que estas sustracciones que vienen siendo reiteradas ponen en peligro la seguridad de los viandantes.

Hasta que no ocurra un suceso que debamos de lamentar no se incrementará la vigilancia y no se activará la solidaridad vecinal. No quiero pensar lo que puede llegar a pasar. De seguir así puede que tengamos que lamentar un trágico suceso. Adultos y niños corren el mismo riesgo. Un riesgo que permanece de día y de noche, pero sobre todo al llegar la noche y si el lugar no está convenientemente iluminado. Cómo es posible que levanten limpiamente tapas y registros que pesan lo suyo y para los que, a buen seguro, es necesaria la intervención de dos personas o más. ¿A nadie le llama la atención?

Cinco tapas de alcantarilla son demasiadas tapas como para no estar ojo avizor y tratar de pillar in fraganti a estos desalmados con los que la Justicia debe ser más severa. Si reinciden es porque no tienen miedo al castigo, porque el castigo es leve y les compensa. A quienes no compensa es a la gente de bien, a la que paga religiosamente sus impuestos y que puede acabar convertida en víctima de semejantes desalmados.