Miércoles 29 de julio. 18:55 horas. Suena mi teléfono móvil. Al otro lado del artefacto oigo la voz de un viejo conocido cuyo nombre no desea ver escrito en esta columna. Como casi siempre, hablamos de lo divino y lo humano, pero sobre todo de la situación de nuestra provincia. Me cuenta que en los pueblos de la sierra de la Culebra, donde reside, lo habitual es que los tanatorios acojan, un día sí y otro también, a algún convecino que ha fallecido y que, por el contrario, las pilas bautismales estén llenas de telarañas. Le digo que ha resumido con cuatro palabras la realidad de la inmensa mayoría de localidades de Zamora. Me sugiere que escriba más a menudo de estas cuestiones. Le respondo que ya lo hago, como otros, pero que a veces se predica en el desierto. Él insiste en que, si no se hace algo, muchos municipios van a desaparecer del mapa. Yo escucho. Y él se calla.

Jueves 30 de julio. 12:00 horas. Recibo una llamada telefónica de un colega de trabajo. Tras conversar sobre los asuntos que nos ocupan, charlamos de las noticias que recogen los beneficios que han obtenido algunas entidades financieras durante el primer semestre de 2015. Las cifras son espectaculares: 1.500, 2.000, 3.000 o más millones de euros, con crecimientos que, en algunos casos, superan el 25 por ciento en apenas seis meses. Con la fina ironía que le caracteriza habitualmente, mi colega dice que, con estos datos, imagina que ya no quedará ningún incrédulo en este país que no reconozca que la dichosa crisis económica forma parte del pasado; que si a la banca le va bien, lo lógico es que al resto de ciudadanos le vaya igual de bien o incluso mejor. Le digo que sí, que los brotes verdes se han consolidado, que este verano se espera un boom turístico como nunca y que de nuevo empezamos a vivir en un país de jauja. Como dice que soy un capullo, le respondo que me preocupa que a estas alturas de la película no sea capaz de descifrar el sentido de mis palabras. Y se calla.

Viernes 31 de julio. De 18:00 a 21:00 horas. Recibo siete llamadas y más de una decena de mensajes de amigos y compañeros. Aparte de desearnos unas magníficas vacaciones de verano, hablamos de la rueda de prensa que, tras el consejo de ministros, ha dado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Algunos de mis interlocutores insisten de nuevo en el aumento de los beneficios bancarios durante los primeros meses del año frente al incremento previsto de las pensiones (0,25%) y el sueldo de los funcionarios (1%) el próximo año. Al comparar unas y otras cifras, varios colegas se enojan tanto que no puedo por menos que calmarlos con una tila virtual. Les recuerdo que para que a algunos les vaya bien o incluso muy bien, como a la banca, a otros les tiene que ir de puta pena, como a los pensionistas o los funcionarios, cuyos sueldos están congelados desde 2009. Pero que no se quejen, que otros ciudadanos están aún mucho peor, con trabajos precarios y sueldos de miseria, aunque, tras escuchar al presidente, vivamos en el mejor de los mundos. Y que así, claro, da gusto.