En su primera visita al rey Felipe VI, como nuevo presidente de Cantabria, don Miguel Ángel Revilla puso en apuros al monarca al revelar, a su salida de palacio, el supuesto contenido de la conversación. Por pura lógica protocolaria, una cita de esas características debería haber versado sobre los problemas de la comunidad cántabra, la hermosura de los Picos de Europa, el tiempo, la salud y muy poco más, pero el señor Revilla, con la facundia que lo caracteriza, quiso dejar constancia de la enorme preocupación del rey por la cuestión catalana. Según la versión del presidente santanderino, Felipe VI le dijo confidencialmente que el presidente de la Generalitat mantiene una actitud "irreconducible" respecto de sus objetivos secesionistas y hay pocas esperanzas de que se apee de ellas antes de unas elecciones autonómicas que él mismo ha calificado de plebiscitarias. Las indiscretas declaraciones de Revilla, jalonadas con expresiones tremendistas ("Vamos derechos al precipicio", "Mas es una persona desatada") fueron noticia de portada en la mayoría de los medios. En los de Madrid, la habitual fobia anticatalana llevó a algunos a pedirle al Gobierno que se vaya preparando para aplicar el articulo 155 de la Constitución y rescatar las competencias delegadas en la Generalitat. Y en los de Barcelona, no faltaron tampoco los que analizaron el incidente como un serio aviso, uno más, del Estado español respecto de las pretensiones soberanistas. La polémica subió de tono y el lenguaraz Revilla se vio obligado a matizar sus primeras declaraciones asegurando que lo que el rey le dijo, en tono pesaroso, es que "Mas no atendía a razones". Sea lo que fuere que hablaron no parece adecuado que un político aproveche una visita protocolaria a palacio para revelar el contenido de la conversación, y mucho menos si esta alude a un problema de estado de importancia no menor como un proyecto secesionista . Y el primero que debería de saber algo tan elemental es el señor Revilla que ha vuelto a ganar la presidencia de Cantabria después de una etapa en la que acabó por convertirse en una estrella de los programas de televisión de máxima audiencia. En esos programas hizo gala inmediatamente no solo de indiscutible simpatía personal sino de una facilidad tremenda para resolver los problemas del país y librarnos de la corrupción que nos atosiga con recetas tan sencillas como contundentes. A veces, en esas clases magistrales cara al público, se ayudaba con una pizarra para garabatear los conceptos fundamentales de su discurso. La popularidad que alcanzó Revilla fue inmensa e imagino que ha servido para facilitar su acceso, por segunda vez, a la presidencia regional. De lo que no cabe dudar es de su talento para la publicidad y la autopromoción. (Ya durante su primer mandato se hizo famoso por regalar unos tarros de anchoas en conserva a las notabilidades con las que se entrevistaba). Y antes de terminar, una precisión obligada. La expresión que Revilla dice haberle oído al rey sobre Mas ("irreconducible") es un palabro que, de momento, habita extramuros del diccionario. Pudo haber dicho irredimible, irrecuperable, irreductible, irreconciliable e incluso irrefragable (que no tiene nada que ver con el temperamento de don Manuel Fraga). Este rey ha mejorado mucho en dicción respecto del anterior.