No, el cura de su parroquia no le engañó cuando, a principios de este año litúrgico (en Adviento), le dijo que iríamos siguiendo, domingo a domingo, el evangelio según San Marcos. Al ser éste el más breve, ahora interrumpimos su lectura cursiva para incluir, en cinco domingos, el capítulo 6 del evangelio según San Juan. Un capítulo sobre el que siempre vale la pena volver, una y otra vez, para descubrir cómo Dios abre la mano y nos sacia de bienes (así cantamos hoy en el salmo responsorial).

Y el capítulo comienza con una escena bien conocida: la multiplicación de los panes y los peces. Un milagro que debió de impresionar a los contemporáneos de Jesús, ya que aparece relatado en los cuatro evangelios. Un milagro en el que su protagonista ya va adelantando el sentido de lo que hará en la última cena, quedándose con los suyos para siempre de una forma especial: el sacramento de la eucaristía. En el relato que escuchamos hoy en las iglesias podemos fijarnos en las tres veces que Cristo se dirige a sus discípulos, una interpelación triple que se hace actual y real para los cristianos de hoy.

Lo primero que dice Jesús, atento a su alrededor y al ver a la mucha gente que acude a él, es: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?". La interpelación es directa, el Señor nos llama a ser creativos y lúcidos ante la situación del hambre de nuestros hermanos. Un creyente no puede mirar hacia otro lado si es, de verdad, seguidor de Cristo.

Ante la reacción de uno de los apóstoles, que presenta los cinco panes y dos peces de un chico y que ve la escasez ante tanta necesidad, Jesús ordena a los suyos: "Decid a la gente que se siente en el suelo". El milagro lo obra él, es cierto, pero quiere que sus amigos se responsabilicen y se encarguen de la gente, siendo sus mediadores.

Tras quedarse saciada aquella multitud de miles de personas, Cristo se dirige por tercera vez a los discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie". Una actitud inteligente y agradecida ante el don de Dios, que siempre es inmenso y sobreabundante. Una respuesta necesaria ante la inmensidad de la indigencia.

Hablamos de panes y peces, hablamos de comida... pero en el resto del capítulo 6 Jesús nos mostrará que él se refiere a algo que va más allá. Y cuando hable del pan, se referirá a sí mismo como Pan de vida. Así que le invito a releer el texto evangélico -y también este artículo- en esa clave de hambre existencial y hambre espiritual. ¡Qué gran pobreza! Y solo Cristo es capaz de saciarla. ¡Que nada se desperdicie!