Llegado el tiempo de vacaciones, con estas oleadas de calor que apenas dan tregua, lo mejor que uno puede hacer es quedarse sin salir del despacho o de casa y encerrarse a leer libros pendientes. Pero no esa clase de libros basura o de puro entretenimiento sino esos otros que te edifican y para los que merece invertir tiempo y dinero. Tal es el caso de la reciente encíclica del papa Francisco, "Laudato si" (Alabado seas). Uno de esos textos por los que hay que decidirse sin más espera. Una rápida lectura hace caer a uno en la cuenta de que, al igual que su anterior exhortación apostólica "Evangelii gaudium" (La alegría del Evangelio), esta encíclica también exige una relectura detenida y profunda.

Algunos han querido etiquetarla de "encíclica verde" pero el mismo papa ha puntualizado diciendo que no es ese su propósito, sino que se trata más bien de una "encíclica social" que establece nuestras obligaciones con respecto a las futuras generaciones y con el medio ambiente. Esta matización la ha hecho Francisco el pasado martes al reunirse con 65 alcaldes de todo el mundo. Por cierto, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha señalado que el papa "es un ejemplo" a propósito de su intervención en este foro convocado en el Vaticano. Dice el papa que el cuidado del medio ambiente va más allá de una actitud "verde", implica una actitud de ecología humana: "no se puede separar al hombre del resto"; se trata de una actitud social. De hecho no hay más que ver "el efecto de rebote que existe contra el hombre cuando el ambiente es maltratado".

Ojalá que la siembra de esta encíclica de mucho fruto en aquellas personas e instituciones con capacidad para decidir a nivel planetario. Seguro que estará sobre la mesa de la próxima cumbre internacional de París donde se discutirá el calentamiento de la tierra y donde se deberá aprobar el protocolo de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque ya sabemos todos que estas cumbres mundiales de "ecología de moqueta" de poco están sirviendo mientras siga siendo mucha la ambición económica de los gobiernos. Aquí lo he venido denunciando en los últimos diez años.

No olvidemos que la encíclica también está dirigida a todo el mundo. En nuestras manos sí que está la realización cotidiana de pequeños gestos en orden a preservar el "hogar común". En nosotros puede dar fruto la profecía del papa en medio de esta época estival en la que frecuentamos salidas al campo, a la montaña o al mar, tratamos de hacer más ejercicio físico, estrechamos más los lazos de amistad con las personas que queremos y en la que también podemos reactivarnos más espiritualmente.