En días pasados tuve ocasión de ser testigo, en una de esas tertulias mañaneras, de una breve pero fuerte y dura polémica sobre símbolos históricos y muy concretamente sobre la bandera zamorana. El tema levantó tal polvareda que seguro estoy de que con un poco de calma, la discusión se hubiese podido seguir con contada precisión hasta desde lo alto del Castillo, que fue de donde salió el tema. Un tertuliano aseguraba que nunca, desde que se terminó la restauración del Castillo, ha ondeado en lo más alto la seña bermeja, símbolo zamorano único desde aquellos históricos acontecimientos que constituyen su origen. Las bandas rojas de las guerras de Viriato están rematadas con esa otra verde esperanza que, más de dos mil años después, remató el ciclo histórico. La seña debe ser para todo hijo de estas fierras todo un símbolo, pensamiento vivo que recuerde nuestras obligaciones y deberes como ciudadanos, una lección permanente para no olvidar tampoco la traición.

El verde y el rojo, dos colores muy frecuentes de encontrar en otros símbolos y en banderas como la de la vecina Portugal, cuya historia forma parte de ese origen de la seña y cuyos episodios se desarrollaron en lo que hoy es territorio nacional portugués. La idea del tertuliano, además muy semanasantero él, resulta, por tanto aceptable. Esperemos a ver si alguien lo decide así.