Por "no dar pistas a España", los secesionistas catalanes limitan su estrategia a declaraciones muy poco serias. La desconexión del Estado, la proclamación de independencia a los seis meses de las elecciones, la transitoriedad, la rebeldía frente al Tribunal Constitucional y la hacienda propia forman una cadena desiderativa que cualquier ciudadano medianamente informado desmontaría con argumentos sencillamente democráticos. Lo que no contemplan es la cadena de reacciones del Estado, legitimadas por una Constitución y una legalidad también nacidas con el voto mayoritario de Cataluña, cuya abolición unilateral no estaría al alcance de los separatistas ni aún cuando ganasen con su lista "unitaria" las elecciones autonómicas de septiembre, cosa menos posible cada día que pasa.

Y por no dar pistas al separatismo, el presidente de Gobierno español repite el no a la secesión sin especificar cómo piensa evitarla. Estamos en un juego de tanteos recíprocos, tal vez más adecuado que el de mostrar todas las cartas, pero se trata de un hecho sin precedentes en democracia y en condiciones de paz. En el caso improbable de arrancar con la mitad más uno del Parlament, la ciudadanía española podría exigir el corte inmediato de todo lo que Cataluña tiene y recibe del Estado y de Europa por el hecho de ser española. Habría que saber ante qué instancias piensan Mas y Junqueras reivindicar "transitoriedades" si empiezan por descolgarse unilateralmente del Tribunal Constitucional y teniendo en cuenta que dejar de ser españoles no genera un derecho automático de inserción en la Unión Europea.

Por lo demás, un resultado de la mitad más uno dista de la mayoría reforzada y cualificada que requiere un asunto de esta dimensión, como bien afirma Duran i Lleida. Salgan como salgan las manifestaciones de la próxima "diada", el voto es otra cosa y, por el momento, las encuestas siguen augurando la superioridad del "no" a la separación. La propia lista unitaria es una broma después de tanto prometer su total entrega a la "sociedad civil", pues reserva a Mas y Junqueras los dos cargos de mayor relieve en la "república catalana". Ha primado la ambición personal de poder sobre la "gloria" de fundar el nuevo estado y quitarse de en medio. Nadie desea a los catalanes el sufrimiento que vive Grecia siendo, como es, miembro de pleno derecho de la UE. Así que fuera de ella, y de España, las perspectivas son siniestras. Si aún queda espacio al diálogo racional, ¡que empiece ya!