El radical rechazo de Pablo Iglesias a declararse de izquierdas para atraer al votante transversal ha llevado a Podemos a desmarcarse de los economistas que meses atrás diseñaron su primer programa con medidas de acusada inspiración anticapitalista. Su asalto a los cielos pasa ahora por dejar a un lado la retórica bolivariana para hacer de Podemos un partido "ni de izquierdas ni de derechas", según sus propias palabras. A meses de las elecciones generales, Iglesias busca votos en los caladeros de desencantados del bipartidismo que la crisis económica ha dejado en el camino. Los observadores sitúan ese cambio estratégico en el llamado congreso de Vistalegre. Creado hace poco más de año y medio en el espectro político donde anida IU, Podemos busca crecer a costa de la socialdemocracia para hacerse con una de las dos patas del bipartidismo y, desde ahí, dar la batalla al PP. En ese intento de expansión hacia espacios ideológicos más templados, el partido concebido por Iglesias para ganar elecciones se arriesga a una fractura interna o, si la economía remonta y el PSOE logra recuperarse, a llegar tarde a su soñada cita con la historia para hacerse con ese espacio político. La transversalidad que Pablo Iglesias ha impuesto en Podemos se ha llevado por delante al cofundador e ideólogo Juan Carlos Monedero y ha aparcado el primigenio programa económico de la formación en el que se incluía la renta básica para todos los ciudadanos, reducción de la semana laboral a 35 horas y la jubilación a los 60 años, así como una auditoría ciudadana de la deuda sobre qué partes pueden ser ilegítimas para declarar su impago. El secretario general y su equipo llevan tiempo empeñados en sustituir las proclamas populistas y de extrema izquierda por un discurso con propuestas concretas "encapsulables" en el formato de Twitter. Iglesias rechaza que los socialistas le ubiquen en la extrema izquierda y les responde que su proyecto se dirige a "la mayoría social". De momento, no ha conseguido el objetivo de superar al PSOE ni en las andaluzas ni el 24-M. Estos últimos días se aplica en marcar diferencias con IU a la vez que le da calabazas y lo hace incluso a costa de ciertas turbulencias internas.