Si hay algo en lo que coinciden Gobiernos, agentes económicos y sociales, organismos públicos y organizaciones privadas de toda índole eso es en la necesidad de impulsar políticas reales de lucha contra el desempleo. Ya no solo es inasumible el alto porcentaje de parados en un país que, tras no pocos sacrificios, va a situarse este año a la cabeza del crecimiento económico de su entorno, sino que resulta vergonzoso el riesgo de exclusión social que afecta a una de cada cuatro familias. Cabe, por tanto, preguntarse qué tipo de sociedad anhelamos para reducir la pobreza, la desigualdad y la injusticia; para transformar la verborrea habitual en acción productiva y empírica. Porque a quienes el paro estrangula cada día un poco más no le valen ya las desabridas teorías ni la utilización de la penuria ajena como conjura ante el desaliento y la inanición. Si de verdad hay esa voluntad de hacer frente a este verdadero drama social, pongamos todos las cartas boca arriba.

Conocido el diagnóstico, empecemos entonces por diseñar una estrategia sostenible que permita alinear en una misma dirección la capacidad ejecutiva de la Administración y las iniciativas privadas que, a la postre, son las que generan empleo y bienestar. Se trata de redefinir el papel que tiene encomendada la atomizada estructura pública para que, de una vez por todas, acabe imponiéndose la realidad de la calle. Así, y solo por si de algo sirviera, ahí va, con toda humildad, un decálogo de incitación a la conciencia: 1) Eliminar las barreras administrativas que impiden el crecimiento empresarial y productivo. 2) Optimizar el modelo colaborativo y leal entre poderes públicos, asociaciones empresariales y agentes económicos y sociales. 3) Transformar el sistema educativo para conectar los planes formativos con las necesidades reales del mercado laboral. 4) Fomentar la transmisión de conocimiento entre el empresariado, para que la experiencia y el talento de los grandes sean el aprendizaje y la guía de los pequeños. 5) Impulsar el uso de las nuevas tecnologías para favorecer la innovación y la formación empresarial. 6) Crear un departamento público sobre emprendimiento. 7) Constituir una mesa del entendimiento, con participación de todos los intervinientes en la cadena de empleo. 8) Apoyar la internacionalización como una ventaja competitiva. 9) Incentivar la incorporación de responsables públicos cualificados y bien remunerados. Y 10) Reconocer el trabajo eficiente y corresponsable para la verdadera transformación social.

Lo dicho, un simple decálogo para incitar nuestras conciencias.