No deja de ser chocante que en tiempos de superpoblación global, el problema de Zamora sea el despoblamiento. ¿Qué le pasa a esta provincia? ¿A Castilla y León, en general; a las zonas de interior? ¿Por qué la gente prefiere apiñarse, sin espacio apenas, en las grandes aglomeraciones urbanas, en vez de elegir espacios más abiertos, de horizontes infinitos? ¿Por qué aquí somos cada vez menos, mientras en el conjunto mundial somos cada vez más? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué carecen de atractivo nuestros pueblos, nuestros núcleos y ciudades? Muchos, en un afán honesto por buscar respuesta, el microscopio y tratan de analizar Zamora al detalle para ver qué "gen" no funciona o cuál es nuestra enfermedad específica. Yo creo que para entender algo de un fenómeno como este, es mejor usar el telescopio, ver el conjunto, lo global y tratar de extraer de ahí la solución a los interrogantes.

Pues lo primero que hay que decir es que la despoblación de Zamora es también la despoblación de Soria o de Teruel o de Cuenca o de las zonas interiores portuguesas (si no queremos mirar solo al país). En el propio mundo, contemplado como tal, la imparable superpoblación de las ciudades y las zonas más desarrolladas va en paralelo a la despoblación de buena parte de África y otras zonas deprimidas, agonizantes, y de las cuales la gente huye en masa. El problema, pues, se entenderá mal si solo usamos una suerte de microscopio que analice al límite lo que le ocurre a esta provincia. Es la que nos duele, claro; pero hay que abrir el foco si queremos hallar remedio a esta agonía interminable. La clave, como casi siempre, es la economía, el reparto de la riqueza y el instinto natural de supervivencia. Como dicen nuestros abuelos: la gente se va adonde está el cocido. Y por tanto, si en un mundo de superpoblación creciente y rapidísima, van quedando zonas despobladas, desiertas, casi muertas, es porque la economía internacional no funciona, porque se reparte cada vez peor la riqueza y porque la gente, en consecuencia, se ve obligada a irse adonde haya razonables expectativas de supervivencia.

Me gustar poner el ejemplo de la cigüeñas. Eran aves migratorias, ¿recuerdan? En cuanto se acercaba el invierno, organizaban una caravana y se iban todas, en familias, tribus y "pandilla", a climas más cálidos donde pudieran hallar el alimento que no crecía en el invierno. Ya no lo hacen. Para ellas, Zamora, como las demás ciudades, ha ido a mejor. No les importa la llegada del invierno. ¿Se les habrá modificado el instinto? Para nada. Lo que ha cambiado es que ahora tienen comida aquí todo el año, gracias a los inmensos vertederos de basura. Y no emigran. Ni siquiera los animales hacen eso por gusto o por "instinto"; lo hacen, como los humanos, por necesidad. Lo que hay que cambiar, pues, para acabar con la despoblación de esta provincia, es luchar por modificar el sistema económico que está asfixiando al país y al mundo. Se puede funcionar de otra manera, más descentralizada. Se pueden repartir los recursos de tal modo que lugares como este, tan relajante, tenga su hueco de esplendor en actividades de ocio, de cultura o de descanso, además de actividades laborales más comunes.

Esta provincia es bella y variada. Nada de negativo suelen decir de los zamoranos quienes nos visitan. Es un buen lugar para vivir, como sabemos cuantos la disfrutamos. El reto, pues, es dar la vuelta a un sistema económico depredador y suicida, que busca solo la optimización de beneficios para una insultante minoría, a la cual solo "compensa" concentrar riqueza e inversiones en poquitos puntos muy superpoblados. La receta no es ir en busca de empresarios, como suelen decir los empresarios. La receta es acabar con la ley de la selva que rige nuestra economía, en la que los más despiadados devoran cuanto pillan y no crean más que miseria a su alrededor. No habrá lucha contra la despoblación sin cambio radical de sistema económico. Y he dicho radical, sí; me encanta la palabra, que viene de raíz. O vamos a la raíz o nos quedamos en las ramas. O Podemos o PP. Así de claro.