Nuevas encuestas y los mismos resultados. La de Metroscopia, la más creíble y creída, reitera con algunas novedades, lo que todos los sondeos, a cuatro meses poco más o menos de las elecciones generales, se empeñan en señalar: un futuro Gobierno formado por PSOE y Podemos, o viceversa. En esta consulta ahora conocida se da la particularidad de que la intención de voto deviene en un triple empate técnico entre los dos partidos de la izquierda y el PP, con Ciudadanos ya bastante descolgado.

Lo más curioso de estos últimos sondeos es que los votantes, tanto de Rajoy como de Pedro Sánchez, piensan en el partido de Albert Rivera como el compañero ideal de viaje para los próximos cuatro años, o lo que se pueda. El sello del centrismo, por teórico que pueda ser en este caso, vendría bien a una derecha desbocada y caótica y a un socialismo desorientado y errático cuya resurrección se debe a circunstancias muy concretas más que a méritos propios. Gobernar como un centroderecha o un centroizquierda sería una vitola de imagen equilibrada y tranquilizadora tanto al PP como al PSOE, aunque ello les obligase a doblegarse ante el cambio.

Parece que la izquierda moderada y socialdemócrata del país, la no militante por más señas, no se fía de los vaivenes, internos y externos, de Podemos, y le ha visto pronto el plumero a Ciudadanos, de modo que vuelve al redil del PSOE, aunque Sánchez no acabe de convencer. Porque es el líder socialista y candidato a la presidencia del Gobierno quien parece que hoy por hoy cuenta con mayores posibilidades, siempre con la ayuda de Iglesias y los suyos, claro. La suma de escaños entre ambas formaciones, de atenerse a la intención de voto expresada, les otorgaría la mayoría absoluta, mientras que con Ciudadanos, si se confirman las previsiones, ni PP ni PSOE llegarían a alcanzar ese objetivo.

Y en esas se está y se va a estar por mucho tiempo, tras casi un año de encuestas continuadas, cumplidos sus vaticinios de mayo, lo que añade un plus de confianza a sus resultados. Que Sánchez pueda ser el próximo inquilino de la Moncloa es algo que da un cierto repelús, tras la amarga experiencia de Zapatero, cuya incompetencia aún está pagando el país y el paisanaje. Claro que peor que Zapatero y que Rajoy es casi imposible hacerlo a cualquier nivel, por mucho que al Gobierno se le hayan abierto ahora las carnes y prometa lo que sea con tal de recabar votos. El presidente está dispuesto a bajar los impuestos, a subir las pensiones, a pagar las deudas, a descongelar los salarios, cualquier cosa, aunque parece que el ministro de Hacienda ya le ha advertido de lo caras que pueden resultar tales alegrías. Pero en el PP son conscientes de que solo con el cuento de la recuperación económica están fuera del poder.

La baza más importante de Rajoy puede que sea la brindada por la crisis de Grecia, según se desprende de una encuesta oportunista en la que más de la mitad de los consultados creen que si gana Podemos y Pablo Iglesias pasa a ser el jefe del Ejecutivo lo que han vivido los griegos lo vivirían también los españoles, el drama del corralito incluido. Y las elecciones generales no son las elecciones locales.