En sus paseos por el cogollo de la city zamorana, seguro que ustedes se han fijado innumerables veces en la vistosa placa que recuerda la casa donde nació Santiago Alba, notable figura política en la primera mitad del convulso siglo XX. Una mañana primaveral, me llamó la atención casualmente esta gran inscripción en piedra, situada hacia la mitad de Santa Clara (creo recordar), la concurrida "Gran Vía" de Zamora. Inmediatamente recordé el nombre de Alba, conectando venturosamente mi pasado zamorano con mi presente murciano, porque como bien proverbiaba mi padre: "todos los caminos conducen a Roma?". Así que permítanme compartir hoy con ustedes esta modesta historia.

La Universidad de Murcia conmemora este año el I Centenario de su 4ª y definitiva fundación, acontecimiento donde Alba llegaría a desempeñar un papel puntual pero trascendente en 1918, siendo ministro de Instrucción Pública. Después de varias experiencias breves y fracasadas, la universidad era una reivindicación muy fuerte de la sociedad murciana, canalizada a través de una intensa campaña de prensa que promovía "El Liberal", diario hoy desaparecido. Resulta sorprendente esta demanda de formación y cultura universitaria en una región con un nivel de analfabetismo superior al 60%, donde, paradójicamente, se editaban cuatro periódicos en 1915.

La Universidad de Murcia nació bajo condiciones muy precarias: escasa matrícula, infraestructuras deficientes y profesorado incompetente o trashumante. Además, contaba con la oposición del partido conservador y su poderoso líder, Juan de la Cierva, que juzgaban prioritarias otras necesidades docentes y veían la universidad como un arma de ataque político. Durante sus primeras décadas, la institución estuvo a punto de naufragar, siendo clausurada por decreto en 1929 durante el directorio militar de Primo de Rivera.

En estas difíciles circunstancias, tuvo lugar la intervención del ministro Santiago Alba, al nombrar como primer rector de la Universidad de Murcia al profesor José Loustau, asesorado por reputados prohombres murcianos y contra el criterio de La Cierva, con quien estaba políticamente enfrentado. La elección de Loustau resultó ser una designación providencial; su gestión firme y tenaz logró ir salvando todos los obstáculos: estabilizó la docencia, adquirió los inmuebles necesarios, como el colegio mayor y el campus de "La Merced" y potenció las actividades de extensión cultural, siempre malviviendo con gran penuria económica.

No sería hasta el inicio de la transición democrática, cuando la Universidad de Murcia alcanzaría un cierto nivel de prestigio docente e investigador, siempre en el contexto del inextricable panorama educativo español. Un prestigio seriamente amenazado en la actualidad, por una nefasta gestión política que posterga la educación y el conocimiento, olvidando que son el principal motor de progreso de un pueblo.