Aquí, en Castilla y León, no hay cambio. Y el PP, o sea: Herrera, seguirá en el poder durante otros cuatro años que a la mayoría -a juzgar por los resultados del 24-M- se les van a hacer muy largos. Por poco lo ha conseguido, pero lo ha conseguido, con el apoyo teórico pero muy estimable de Ciudadanos, y ello pese a que, en contra de las encuestas y los pronósticos, no hubo mayoría absoluta alguna, quedando la cosa en un insólito empate en el reparto de escaños que no ha satisfecho a nadie, ni a unos ni a otros, pero que al menos garantiza, o puede garantizar, que el gobierno regional no resulte tan monolítico como en décadas anteriores. Lo cual no es poco, a la vez que deja abierta la esperanza del cambio.

Las retrasadas sesiones de investidura del presidente Herrera, a las que se presentaba con todo atado y bien atado, por si las moscas, han pasado sin pena ni gloria en una comunidad que continúa aun sin participar apenas en el espíritu regional. Al presidente se le conoce porque lleva años y años saliendo en las fotos y en la televisión regional, esa que no ve nadie pero cuesta una pasta. Como era presumible, Herrera se soltó un rollo lleno de los tópicos de siempre más algunos de nuevo cuño, un brindis al sol carente del menor interés real para el castellanoleonés, aunque la buena voluntad presidencial se presuponga. La composición de su Gobierno se conocerá de inmediato y algunas novedades habrá, hay que creer, aunque ya se sabe que en el vallisoletano palacio de La Asunción son poco dados a cambiar.

Entre lo anunciado en el discurso de Herrera aparece un oportunista decálogo para mejorar la calidad de la política, que sería mejorar la calidad de la democracia. Pero la transparencia del PP se limita a publicar la lista de los sueldos de los altos cargos. Y en cuanto a la corrupción, pronto habrá una oportunidad de demostrar con hechos tan buenas intenciones por cuanto Tudanca, el portavoz socialista, quiere que se investigue la relación de Castilla y León con escándalos tan sonados como "Gürtell", la "operación Púnica", y la "trama de las eólicas", tan cercana a la Junta. Sobre el otro tema que más preocupa a los ciudadanos: el paro, el presidente se refirió a una dotación de 600 millones para políticas de empleo, lo cual está muy bien si se tiene en cuenta que la tarea principal debe ser crear las condiciones económicas y sociales necesarias para que haya empresas saludables y capaces de ofertar puestos de trabajo. Y poco más, porque parece que Herrera, aunque se trabajó los votos de la asistencia social y de la minería, no se acordó prácticamente del otro gran problema, este propio, el de la despoblación que sufre la comunidad.

Todo parece indicar, pues, que en Castilla y León se seguirá como hasta ahora, sobre poco más o menos, pese a que en las Cortes haya savia nueva, Podemos, reforzando a la blanda oposición tradicional del PSOE. Envuelta la región en ese hálito acomodaticio de no ser ni los mejores ni los peores sino todo lo contrario. En algunas cosas se va mejor y en otras peor, caso de la sanidad pública, pues que haya otras por debajo no es ningún consuelo. Escaso pulso vital, los mismos privilegios para los políticos del partido que gobierna, y ausencia de iniciativas e ideas. El limbo gris de la mediocridad rampante.