Lo primero que se necesita para montar un pesebre es un país con población de mala calidad. En todas partes hay buena y mala gente, listos y tontos, etc., pero solo en algunos sitios los imbéciles se sienten en la obligación de imponer a los demás su estupidez a través de la democracia.

Una vez que tenemos un país con gente que no sabe pero contesta, convocamos unas elecciones y prometemos días soleados, tartas de fresa y subsidios para todos. Los que no se lo crean serán inmediatamente tachados de canallas y derrotistas, porque quieren que llueva, están en contra de los dulces y desean que no haya subsidios. Así que los indecisos, por miedo a que los señalen, acabarán votando a los partidarios de las tartas de fresa.

Si el partido de las tartas de fresa llega al poder, entonces es el momento de montar el pesebre: la cuestión consiste en subir los impuestos al que produce algo para repartir ese dinero cuidadosamente entre los suyos, de modo que, a cada cita electoral, el número de los que reciben sea lo bastante alto para mantener a los que dan atados a la ordeñadora.

¿Y si alguno de los donantes se queja? Multa y expropiación, por insolidario y por miserable. ¿Y si alguno de los donantes trata de marcharse? Expropiación y señalarlo como antipatriota, porque solo un delincuente y un antipatriota intentaría escaquearse de cumplir con la sociedad.

El sistema está claro: desde siempre ha habido muchos pobres y unos pocos ricos: ¿cómo es posible que los pobres no ganen sistemáticamente las elecciones y hagan leyes para repartirse lo de los ricos? Porque no se organizan bien las cosas, y porque los ricos se acaban, y ni ellos ni sus bienes son inagotables.

La idea es que siga habiendo ricos, pero que en lugar de los actuales, sean los del nuevo partido. La idea es que siga habiendo poderosos, pero en lugar de los de siempre, los nuevos. La idea es empezar por los que tienen cien millones de euros y seguir hacia abajo, poco a poco, hasta alcanzar al que tiene un piso de cuarenta metros y una bici.

Sin detenerse nunca. Sin miedo. Sin condón.