Hace unos días tuve la ocasión de asistir como invitado al desayuno de trabajo que LA OPINIÓN - EL CORREO DE ZAMORA organizó en el Restaurante Sancho 2, a propósito del foro "Zamora Emprende". El evento tenía por objeto que distintos expertos (economistas, asesores y empresarios) explicaran a los emprendedores las claves para poner en marcha un "negocio exitoso", con la ambiciosa meta, entre otras, de impulsar su estimulo emprendedor, fomentar las ideas de negocio, hablar de proyectos y de su grado de innovación, así como de la importancia de su viabilidad técnica, económica y financiera.

La significada iniciativa fue especialmente valorada en su parte final, con la intervención de los asistentes, que sirvió no solo para hacer referencia a los "casos de éxito" que nuestras industrias actuales representan, sino remembranza de todos aquellos empresarios, tal vez menos nombrados, pero igualmente capitales para la comprensión del conjunto productivo y económico de la ciudad y provincia.

Entre los 150 participantes podría citar a algunos de los grandes; a pymes familiares que habitan en la memoria colectiva, muchos, negocios centenarios por todos conocidos. También podría citar a varios de los que abandonaron Zamora, incluso a los que nunca emprendieron aquí. Pero, si lo hiciera, no lograría un gesto de cortesía, pues a quienes no lograría citar de ninguna manera sería a los cientos de trabajadoras y trabajadores, también sin nombrar, que colaboraron en la construcción y desarrollo de dichas empresas, poniendo a su servicio algunas de las competencias que en mi opinión un emprendedor debería ejercitar: compromiso, trabajo en equipo, orientación al cliente, integridad o innovación.

Dice la economía de siempre que sin empresas (y emprendedores) no hay empleo ni capacidad productiva; ni creación de riqueza, ni consumo real. Que sin el factor humano es imposible llevar a cabo las ideas claras que algunos empresarios a buen seguro tienen. Y nos sirve esta retrospectiva para reflexionar brevemente sobre la necesidad de diseñar un nuevo modelo productivo.

Así, por ejemplo, en el modelo actual, un empresario o emprendedor del sector del comercio o de la hostelería percibe sueldos más bajos porque lo decisivo para los salarios es la productividad del sector, en términos de valor añadido por persona ocupada. Se trata de servicios intensivos en "mano de obra".

Comparativamente, en otros sectores (financiero, energía, telecomunicaciones, etc.) ocurre lo contrario, dándose remuneraciones más altas, en los mismos términos, aunque sin saber a veces muy bien en qué se traduce dicho valor añadido.

En el contexto actual de economía eficiente (sobre el bajo coste), parecería razonable defender que la nueva política salarial se vinculara a la productividad, puesto que si no los salarios estarían abocados a decidirse siempre a la baja, debido a este abaratamiento de costes y a la diferente consideración del valor.

Ahora bien, para que ello fuera aceptable (vincular salarios a productividad, sin precariedad), habría que ampliar el concepto y el sentido del "valor añadido", definiendo en qué se concreta y creando un marco jurídico de integración (por ejemplo, a través de sistemas de reconocimiento o participación en beneficios), pero tratando de ir más allá de la mera fiscalidad compensatoria, que se fija en planes para unos pocos empleados, principalmente directivos.

Al respecto, pueden encontrase referencias sobre "Participación financiera de los trabajadores en Europa" en el Dictamen del Comité Económico y Social de la Unión Europea (SOC/371), así como en multitud de informes sindicales, debates, estudios y recomendaciones del Parlamento Europeo y de la Comisión, sobre EFP (Employee Financial Participation), afirmándose como "una de las prioridades de la estrategia "Europa 2020"?" (párrafo 1.2, SOC/371).

Se trataría, en definitiva, de comenzar a dar el necesario valor a los recursos intangibles de la pymes, tales como el capital humano o intelectual, el diseño de nuevas estructuras organizativas y canales comerciales, la clientela relacional o la innovación, etc.; gestionarlos, protegerlos y optimizarlos, en un contexto de economía social de mercado.

Tal vez entonces nuestro viejo modelo pudiera comenzar a servir a una recuperación justa, así percibida por la mayoría trabajadora. Y ayudara también a desarrollar una "nueva economía productiva", más sólida, sostenible e integradora, de progreso social seguro. Tal vez entonces, y volviendo al emprendimiento, el valor añadido se concentrara en aspectos vinculados en producir ideas; nuevas perspectivas, como innovar, proyectar o reconstruir.

Seguramente entonces, pudiéramos contestar con franqueza qué prioridad ocupan actualmente estos procesos en la gestión de la mayoría de las pymes; qué apoyo real reciben; qué recortes ha sufrido la I+D+i, posibilitando el debilitamiento de recursos propios, o si puede sostenerse un nuevo modelo productivo sobre la política monetaria y financiera, la volatilidad de los precios del petróleo o la bajada de los precios de los productos que exportas.

Es cierto, el discurso que elaboremos, las opciones planteadas y los objetivos que configuremos determinarán la actuación empresarial y la política económica y social de nuestro futuro.

Tengan un buen día.

Jesús García de León

Abogado de empresa