Se comprende que Rajoy, ante lo que se le avecina al PP para las elecciones generales de otoño, busque soluciones desesperadamente, de todo tipo, pues en el fondo ni él ni nadie de su partido confía en el argumento de la recuperación económica como factor suficiente para tratar de salvar los muebles y seguir gobernando, sea como sea y a cualquier precio.

Tanto es así que el presidente a través de una entrevista radiofónica no ha vacilado en confirmar los globos sondas lanzados por su entorno en días pasados. Hay que apretar el acelerador y se habla del desbloqueo de la congelación salarial de los empleados públicos, de pagar este mismo año parte de las percepciones extras retenidas, de subir las pensiones por encima del 0,25 actual, de rebajar dos puntos el IVA, y más ofertas que ya se irán conociendo destinadas al ámbito social.

Llegarán tarde, irremediablemente, pese al brusco acelerón, porque la mayoría de los españoles ni olvidan ni perdonan lo que se les ha hecho pasar con la crisis, y hasta las encuestas de sus medios más afines vaticinan que el PP perderá el poder, que pasará a manos de un frente popular de izquierdas entre PSOE y Podemos principalmente -pese a lo de Grecia- y que ni Ciudadanos podrá hacer nada para evitarlo. Los de Rivera siguen bajando en todas las encuestas, tras la coartada de apoyar a la socialista Susana Díaz en Andalucía para convertirse luego en el báculo del PP allá donde los electores con sus votos había pedido el cambio. Así no resulta muy creíble presumir de centrismo.

Cómo será la desesperación de Rajoy que hasta desde su ámbito más cercano se empieza a marear la perdiz con posibles ayudas de los nacionalistas catalanes y vascos si ni con Ciudadanos se obtiene una mayoría suficiente para continuar gobernando. Pero ¿a cambio de qué? Lo que faltaba ya. No es de extrañar que Aznar y la condesa Aguirre sigan desparramando críticas y codazos, diciendo: no es eso, no es eso, a la política del presidente. Al que, naturalmente, se ha interrogado sobre la situación en Grecia, que Rajoy, lo mismo que Sánchez, el líder del PSOE, cree que entrará en vías de acuerdo tanto si en el referendo se acepta la propuesta europea, como si no se acepta.

Otros que buscan soluciones desesperadamente, los griegos. Según los primeros sondeos parece que se inclinan por el sí en la consulta, lo que supondría tener que pagar en breve plazo la parte no abonada de la deuda y seguir en la zona euro. Pero si gana el no, es igual, habrá que seguir negociando porque el Gobierno heleno ya ha advertido que en ningún caso piensa abandonar ni el eurogrupo ni la UE. Algo con lo que, en el fondo, todos están de acuerdo, y las instituciones comunitarias las que más, aunque algunos estadistas lo reconozcan y otros no. La salida de Grecia del euro y la vuelta a su antigua moneda, el dracma, supondría un grave traspiés económico y un serio desprestigio para Europa. Mientras, y por lo menos hasta el domingo que viene, fecha del referéndum, sigue al corralito bancario, la gente no puede sacar más de 60 euros de los cajeros automáticos, los jubilados cobran a plazos, y nadie tiene garantías de futuro.