Como en un Ayuntamiento no hay nada mejor que hacer que ponerse de cambios y mudanzas, tras el cambio humano ocurrido merced a las urnas, la primera medida que ha tomado el nuevo alcalde de Cádiz, José María González Santos "Kichi" es sustituir el retrato del rey que durante los veinte años de mandato de la popular Teófila Martínez, presidió su despacho, por el del histórico líder anarquista y alcalde de Cádiz durante la Primera República, Fermín Salvochea, uno de los principales difusores del pensamiento anarquista en la España del siglo XIX.

Empezaron hace años retirando los crucifijos de aulas y despachos oficiales y ahora hacen lo propio con el retrato del jefe del Estado, que figura, como es preceptivo en todos los despachos oficiales, menos en el de Kichi. Actuaciones así deberían estar penadas. A este paso y en esta España que se configura de chiste por muchas razones que van aflorando, acabaremos por ver en ciertos despachos oficiales, el retrato de Luke Skywalker (protagonista de la trilogía original de la saga Star Wars), el del Pato Donald, el de Eddard "Ned" Stark de Juego de Tronos, pasatiempo favorito del gran jefe del Círculo infernal o, por aquello de la paridad, el retrato de Anastasia Steel la protagonista de "50 sombras de Grey". Todo puede ocurrir de aquí en adelante como la cordura, el deber, el sentido común y el respeto no se impongan.

Ser alcalde de la ciudad o del pueblo de uno es tanto o más importante que ser presidente incluso de la nación. Ser alcalde es un honor que algunos, por lo que se ve no saben entender. Se creen que llegar a ocupar el despacho oficial de un Ayuntamiento es hacer lo que les viene en gana, lo que les pide el cuerpo o lo que les sale de donde les salga. Les importa un pimiento las distintas sensibilidades de los ciudadanos por muy mayoritarias que sean. Para gentes como Kichi, que gobierna con ayuda del PSOE, lo importante es imponer su criterio, hacer de su capa un sayo y contentas al jefe, al que también le gusta que le hagan la pelota. Como a todos los jefes.

No seré yo quien niegue las bondades que al parecer adornaron a este gaditano de origen navarro, perteneciente a la burguesía. Pero tampoco se puede olvidar su inquina hacia la Iglesia. Salvochea, desalojó a las monjas de la Candelaria de su Convento, sustituyó en las escuelas la enseñanza de religión, prohibió cualquier dogma positivo alguno. Las escuelas con nombres de santos recibieron nuevas denominaciones. Y cambió el nombre de calles dedicadas a santos, por muy santos y gaditanos que fueran, por otros laicos como Voltaire, Jacobinos o Juárez. Que se cuente todo. Que todo se sepa.

Pero, claro, qué cabe esperar de Kichi, si en cuanto cogió el bastón de mando, ordenó retirar la bandera de España de siete metros que ondeaba orgullosa en la plaza de Sevilla.