El pasado jueves se debatía en el Congreso una moción relativa al transfuguismo, una moción que los socialistas votamos a favor, puesto que consideramos que el transfuguismo es una de las distorsiones de la voluntad popular que mina y que más fuerza la credibilidad y calidad de nuestro sistema representativo, siendo una de las exigencias de la ciudadanía a los poderes públicos el velar por la erradicación total de esta práctica que solo contribuye a la desafección de la gente por la política y a minar la credibilidad y calidad del sistema representativo, por ello tenemos la obligación de seguir trabajando en este sentido, revisando y actualizando este tipo de acuerdos.

La clave de todo sistema representativo o de elección de representantes públicos por la ciudadanía es la confianza; ahora bien no podemos olvidar ni dejar de lado el papel de los partidos políticos en este aspecto. Hay que ser conscientes de que los y las ciudadanas no votan solamente a una candidatura, a unos determinados representantes, sino que lo hacen porque dichos representantes han adquirido explícitamente el compromiso de llevar a cabo el ideario político y programático de un determinado partido. Es decir, la ciudadanía, a la hora de depositar su confianza lo hace en una candidatura, pero también en un partido político.

En palabras de Kelsen: "La democracia solo es posible cuando los individuos, a fin de lograr una actuación sobre la voluntad colectiva, se reúnen en organizaciones definidas por diversos fines políticos".

Quiero poner de manifiesto con esto el íntimo vínculo y compromiso que existe no solo entre elector y elegido, sino también con el tercer firmante de ese pacto democrático, que son los partidos políticos, el sistema representativo español que reconoce nuestra Constitución se basa en la existencia de partidos políticos que no solo presentan listas electorales, sino que comprometen un ideario y un programa ante sus electores.

Es por ello que la ciudadanía tiene una expectativa, que no ha de verse defraudada, sobre el deber de entendimiento y lealtad que ha de haber entre un partido político y las candidaturas que éste presenta a las elecciones puesto que cuando el votante ejerce su derecho designa a sus representantes, sí, pero con la convicción de que estos cumplirán su compromiso de hacer efectivo el programa electoral del partido con el que concurrieron a las elecciones, máxime en un sistema de listas cerradas como el español, donde ningún representante público resulta elegido ( a excepción del Senado) al margen de la lista electoral del partido por el que se presenta, partido que además financia y organiza la campaña electoral de sus candidatos.

Por tanto, cuando se produce un caso de transfuguismo, se produce además una profunda quiebra del sistema, de la confianza, de la lealtad y la coherencia que la gente espera de sus representantes. La quiebra se produce de cara a un partido, pero sobre todo de cara a una ciudadanía que se siente estafada, sienten haber depositado su confianza en personas que lo único que desean es mejorar sus expectativas de futuro sin que realmente existan auténticas motivaciones ideológicas.

Con el transfuguismo se pierde la vocación de servicio público, que es la que ha de guiar todas las actuaciones de los cargos electos. Pero además es nefasta en otros muchos aspectos: falsea la representación política, debilita el sistema de partidos sobre el que se asienta nuestra democracia, perjudica la gobernabilidad y la estabilidad, favorece la corrupción y deteriora gravemente la cultura y calidad democráticas.

En España está vigente el Acuerdo Antitransfuguismo de 7 de Julio de 1998, actualizado en 2000 y en 2006. Entendemos que este acuerdo merece ser renovado, entendemos que cualquier gesto es insuficiente para acabar con tan deleznable práctica, por eso el Grupo Parlamentario Socialista apoyó esta moción el pasado 11 de junio.