Nuestro refranero constituye una muy rica fuente histórica de filosofía popular que encierra el saber del pueblo llano, ese que dice, con pocas palabras, verdades como puños, esas que están ligadas a la experiencia personal.

Lo ocurrido el pasado sábado en la final de la Copa del Rey de fútbol es incomprensible y muy grave. Que cientos, miles de personas, antes de que diera comienzo el encuentro, insultaran de la forma que lo hicieron, con pitos y gestos, a más de 40 millones de personas es imperdonable.

Lo grave de todo esto es que detrás de este grupo de provocadores están formaciones organizadas que hacen de la provocación su forma de actuación permanente y que son el sustento de quienes se dedican a alimentar las diferencias y a crear tensiones donde no las había.

Este país, muy tranquilo y pacífico aparentemente, tiene en su historia numerosos hechos que prueban que la provocación acaba arrastrando a toda la colectividad. Por eso debemos todos cuidarnos de echar leña al fuego para evitar todo tipo de tentaciones.

Detalles, situaciones, provocaciones que están creando un clima peligroso donde los pueblos se empiezan a mirar de reojo. Hay que tener mucho cuidado con los gestos porque desde estos se pasa a la acción y, a veces, por la experiencia que tenemos, las situaciones se vuelven incontrolables y explotan.

Este país no necesita gestos que alimenten el odio y el rencor entre los pueblos. La experiencia nos dice, y vuelvo a los refranes, que el que siembra vientos recoge tempestades. No hay dos sin tres, se dice. Ya veremos.